El Nicky Jam colombiano que durmió en las calles de Villavicencio
Enero 11 de 2018
Antes de convertirse en el ganador de
‘Yo me llamo’, David Alsina Suárez llegó a vivir en las calles de Villavicencio
y a consumir drogas “para no sentir hambre”. Esta es la historia de un joven
que encontró en la música un camino de superación.
David, imitador de Nicky Jam, es residente de Bogotá, pero desde los 11 hasta los 17 años vivió en Villavicencio. Foto: Cortesía Caracol Televisión. |
David Alsina Suárez, el Nicky Jam
colombiano ganador reciente del programa de imitaciones Yo me llamo, ha tenido disciplina hasta para vivir en las calles,
cuando, por desavenencias con su mamá y su padrastro, dejó la casa para irse a
deambular en la intemperie, como buscando respuestas a lo desbarajustes de sus
dudas. Tenía apenas dieciséis años, puestas una pantaloneta y una camiseta, y
un rimero de anhelos guardados en la maleta que cargó durante seis meses en el
parque El Hacha de Villavicencio.
Y era disciplinado por ser un habitante
callejero que todos los días pagaba derecho a baño en los moteles del rededor y
que se ponía la ropa barata del mercado popular, o la usada que le regalaban
sus amigos, quienes de cuando en vez le daban posada, pero que siempre le
tuvieron la paciencia para esperarlo, mientras el joven organizaba su cabeza.
Fue una etapa en la que se vio expuesto a los vicios, la gazuza, al camino
equivocado…
«Hay dos opciones: o metes o aguantas.
Yo probé cositas para no sentir hambre». Confiesa haber sucumbido en un momento
a los peligros de unas plazas y avenidas «no tan pesadas», como las de
Villavicencio; aunque calle es calle, donde los loquitos y los indigentes le
pedían monedas. Lo desconocían como uno más del gremio por verlo limpio y
organizado. Sin embargo, con aplomo revela que un día decidió salir de ese
laberinto en el que empezaba a perderse. Se levantó y clarificó su norte, un
norte siempre musical.
Tiene veintiún años de edad, aunque por
la madurez de sus palabras, pareciera tener el triple. Sabe de dónde viene y
sabe para dónde va. Nació en Bogotá, y desde los 11 hasta los 17 vivió en la
capital del Meta: en la casa materna en el barrio La Rochela, en las bancas del
parque del Hacha, en negocios donde le dieron posada y trabajo, y en la casa de
los Quintero. «Su familia Panorama», así la llama.
Es, precisamente, hijo del barrio; del Quirigua
en Bogotá y del Panorama en Villavo. Del primero atesora los mejores recuerdos
de su infancia: su abuela Dalila, la cuadra, los niños y las travesuras -como
el título de una de las canciones más sonadas de su artista ídolo-. Del
segundo, la solidaridad de los amigos y muchas de las experiencias que le han
inspirado cerca de trescientas letras, guardadas en los cuadernos y en la
memoria.
Justo, al oírlo hablar de la abuela
Dalila y de su fallecimiento en 2008, se podría intuir que la vida de David
Alsina tiene un antes y un después de aquella mujer que le dio la crianza y el
amor. A Villavicencio llegó con las tristezas prematuras causadas por su muerte,
a empezar la nueva infancia y una adolescencia vertiginosa que se pasó entre la
rebeldía, la adaptación a su joven madre y la convicción de querer dedicarse a
la música; así ella no lo apoyara y no deseara para él la vida de artista.
Aquí, junto con su madre y abuela. (Foto: Archivo
particular).
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Empezó el bachillerato en el Colegio
Juan Pablo Segundo, lo interrumpió cuando estuvo medio año de azotacalles, lo continuó
becado en el Cenanfo y lo terminó en el
Liceo República de Colombia. Fue un colegial nómada que alternaba las clases
los fines de semana con trabajos en restaurantes, en una cafetería del barrio
San Fernando y como aplaudidor en el comercio del centro villavicense. Cuando
aplaudir consistía en atraer clientela para los almacenes.
En el entretanto, David hacía reguetón,
convencido de que ese sería su proyecto de vida, no un hobby pasajero. Y se presentaba en celebraciones populares: el
Festival Internacional de la Cachama en Puerto Gaitán o en las Fiestas de la
Cosecha en Granada. Bogotá fue su cuna, pero en el departamento del Meta empezó
a nacer como artista, a manifestar un talento que le venía en la sangre, pues
su padre, Leonardo Alsina, de Aguachica (Cesar), también se había dedicado al
canto. Una profesión que a la postre fue el motivo para separarse de Gabriela Suárez,
la mamá de David.
Antes de convertirse en el ganador de ‘Yo me llamo’, David
Alsina se daba a conocer como Ditto en la escena urbana. Foto: César Muñoz.
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Yo me llamo Nicky Jam
Luego de graduarse de bachiller, entre
otras cosas porque creía que el cartón era necesario para seguir una carrera,
David Alsina se matriculó en la facultad de Comunicación Gráfica en la
Universidad Minuto de Dios de Villavicencio; sin embargo; interrumpió los estudios
porque cada vez estaba más envuelto en sus anhelos melódicos. Los hechos le
dieron la razón con la llegada del reality
show y la convocatoria en Bogotá.
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Eran miles y miles de personas, un día completo
de fila, varios filtros de selección y otros Nicky Jam a los que tenía que
enfrentarse en las audiciones. En cada acto, como lo hizo durante todo el
programa, David se encomendaba a ángeles como su abuela Dalila y Tatiana
Bernal, una compañera del Juan Pablo Segundo que falleció de cáncer hace un par
de años y a quien la complacía en gustos prohibidos como las hamburguesas,
cuando ya los médicos poco o nada podían hacer por salvarla.
Ya en los estudios de televisión, David
dio muestras de ser constante y aplicado. Comenta la gente que era,
posiblemente, el concursante que más atendía las críticas y los consejos del
jurado y que mejor mostró su evolución para ser el doble perfecto de Nicky Jam. Fue noble y hasta pidió perdón a la teleaudiencia, como otro éxito
del artista, cuando no estuvo tan afinado en una de las galas.
David piensa en que muy pronto recuperará
su nombre para hacerlo artístico también, pues no es su objetivo ser siempre el
doble de Nicky Jam, no quiere estacionarse en esa zona de confort, sino sacar a
la luz su proyecto secreto. Talento hay, y muchas canciones que hablan de experiencias
vividas y que no denigran a la mujer, sino que la subliman.
Hasta ahora David no conoce
personalmente a su artista favorito, pero agradece su existencia y sus
melodías, y aguardará el día en que el puertorriqueño lo reconozca como fiel
exponente del género urbano. Con la misma filosofía con que Héctor Lavoe alguna
vez afirmó: «Es chévere ser grande, pero es más grande ser chévere», David
Alsina Suárez seguirá afrontando su vida y su carrera profesional.
Deja que destelle la esclava de oro en
la que está inscrito el nombre de su abuela Dalila, alabea sus manos como
formando una burbuja. «Si tú te metes en esta burbujita, cuando estés arriba,
esta burbujita va a estallar y el totazo puede ser duro». Por eso, anda con los
pies en la tierra, y camina las calles que atestiguaron sus sueños. Los aplausos
sonarán para él.
César Muñoz Vargas
Especial para Agenda Hoy
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