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El papá del Torneo Internacional del Joropo


Semblanza de un grande del joropo

Primero de julio de 2018

Conozca un poco de la vida de Miguel Ángel Martín, quien le dio vida, hace cincuenta años, al Torneo Internacional del Joropo de Villavicencio.

Miguel Ángel Martín (q.e.p.d.).


Nacido en Tame, Arauca, en 1932, Miguel Ángel Martín fue hijo de un farmaceuta y una maestra, además, precursor y visionario, un hombre de llano, de carácter fuerte y humor sencillo, culto, poeta, periodista y un maestro compositor. Dejó un legado que lo persigue después de su muerte hace más de 24 años.

Miguel Ángel, el hábil compositor, aquel poeta culto y autodidacta, no tuvo márgenes para sus composiciones. Escribió desde canciones para público infantil hasta cantos sociales y políticos, pasajes de amor y despecho, poemas al joropo y a su gente.

De más de una veintena de canciones en un amplio repertorio se destacan: Está pidiendo mi pueblo, El grillo y la chicharra, Zulma, Dulce María, Cariño Mío, Poema al Joropo, El Yeguazo, El Torito Pitador y, por supuesto, la inmortal Carmentea, inspirada en Carmen Teresa Aguirre.
En época primigenia del joropo, una de sus ventajas, como músico y compositor, fueron sus estudios musicales adelantados en el Conservatorio de Cúcuta, que lo hicieron sobresalir por encima de otros músicos y compositores de la época.

Héctor Paul Vanegas y Miguel Ángel Martín.


Preocupado por la educación que hacía falta en el pueblo llanero, Miguel Ángel musicalizó las obras de Rafael Pombo a ritmo de joropo, así como al cubano Nicolás Guillén y su ‘barco de papel’.

Les cantó a los niños, a los jueces, a la naturaleza, a la familia, a la Colombia linda, a los llanos unidos, a la vida, le cantó a todo y de todo hizo poesía.

Miguel Ángel Martín, quien fue un diplomático del folclor, se encargó de llevar el  joropo a distintas partes del mundo, donde nunca antes había estado mejor representado.

Su carácter le hizo parecer alguien estricto, de firmeza y temple, como decía la famosa Carmen Teresa, cuando lo conoció: “parecía una lezna: Flaco, entrador y punzante”. Sin embargo, quienes lo conocieron a profundidad se dieron cuenta de que tenía un humor sencillo, bromista y, sobre todo, capaz de burlarse de sí mismo. 

Por esa fama que se ganó, un día, para el periódico El Candil, el tameño escribió en una columna —contra él mismo—, y bajo un seudónimo, todos aquellos comentarios punzantes que escupían sus detractores acerca de su carácter y malgenio. Al otro día salió a la calle y vinieron los dardos:

— ¡Uy, Miguel Ángel, por fin le cantaron la tabla!
— ¡Por fin le dijeron todo lo que usted es!

Pero siempre, según recuerda Nancy Castañeda, quien fue su esposa, contuvo la risa para seguirles el juego.

La prueba de su sátira se aprecia, por ejemplo, bajo versos alegres en Carta a un ciego:

“Un ciego escribía una carta y un mudo se la leía, y un sordo estaba escuchando lo que aquél mudo decía”, reza el verso.

La viuda es ahora quien guarda su legado, ella misma se encargó, años después, de sacar una colección con las mejores canciones de Miguel Ángel y de difundir sus composiciones en la plataforma de contenidos musicales Spotify.

Miguel Ángel Martín también fue un visionario de otrora, que veía en el joropo un potencial impensable para una época en la que este no era más que un símbolo.

Visionó que musicalmente el joropo se fusionaría con otros sonidos, pero siempre hizo mención en la conservación de sus elementos esenciales. Él mismo innovó en su forma, incluso, El Torito Pitador fue una de esas canciones en las que incorporó por primera vez instrumentos de vientos, como la flauta.

Miguel tenía algo de vidente, apenas el baile de espectáculo estaba floreciendo, sabía él, que en el futuro tomaría protagonismo. Hasta el punto de proponer desde entonces que el tradicional, el criollo, se tendría que presentar primero.

Y eso se está viviendo hoy. Un claro ejemplo se observa en el Torneo Internacional del Joropo, fundado por él hace medio siglo. Muchos lo reconocen, incluso, este año se le rendirá un homenaje póstumo en desarrollo del mismo. No se logró en vida, tuvieron que pasar 24 años luego de su muerte.

Ahora algunas canciones y versos del Torneo son en su honor, así como el himno oficial, composición que el maestro Walter Silva escribió para recordar sus sueños y ratificar la importancia de su legado:

 “El cantador de mi tierra soñó que algún día su joropo remontaría poco a poco de su paisaje a la sierra

Y el sueño del cantador dejó de ser araucano y convirtió en el sueño de las melodías del llano”.

Ferney Ibarra
Agenda Hoy



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