Reflexiones sobre las putas de Villavicencio
El fallecido poeta Carlos Enrique Pachón,
como la mayoría de escritores, era un tipo bohemio, de aquellos que deambulan
por la ciudad en busca de sus musas. Esas vivencias en Villavicencio las dejó
escritas en un cuadernillo amarillo, más que secretos son confesiones de su
mundo de putas. Aquí compartimos algunos de sus escritos.
“San Benito es uno de los barrios populares
de la ciudad. Tiene zonas residenciales, una amplia zona de talleres mecánicos
y por supuesto la calle de los burdeles en donde las putas se exhiben, muestran
cómo también de sus tetas sale leche materna. En los sitios frecuentados se
puede dejar la cédula y la tarjeta militar para pagar el trago, porque las
otras cosas se pagan en efectivo. Uno siempre busca la misma puta y todavía
dicen que los hombres no somos fieles. La calle de los burdeles se acabó, al
menos la que yo conocí. Ahora hay un restaurante que ocupa varias casas, las
demás son familiares. Al atardecer los niños juegan en el andén y las señoras
cosen sus noches tranquilas.
“Una noche de putas, terminé con la más
gorda del establecimiento. Tenía una conversación agradable con un tono
autodestructivo. Le gustaba comentar cómo su gordura le disminuía los clientes.
En la cama las cosas siguieron bien, tenía la piel suave y la celulitis en las
piernas eran minúsculas fosas de amor. Prefería el sexo por detrás y mientras
yo hacía la tarea me hablaba de su marido, de lo rico que la clavaba por detrás
y cómo se había ido con la puta más joven del establecimiento. Al otro día nos
levantamos tarde, ella pidió comida para los dos y prometimos vernos en otro
lugar, ir a cine o caminar por la ciudad. No he vuelto a verla, me imagino que
seguirá igual de gorda.
“En la ciudad hay dos burdeles para la clase
alta, para llamarlos de alguna forma. En estos días están anunciando a través
de publicidad descuentos en los tragos, parece ser que la situación los está
afectando. En estos lugares las putas adoptan un aire universitario, que las
vuelve engreídas. Beben con el que quieren, se acuestan con el que quieren,
parece justo. Yo prefiero los lugares baratos. Algunos piensan que son
peligrosos pero tantos años yendo y nunca me ha pasado nada. Escándalos
inofensivos de putas que se molestan porque la otra se les pone la ropa. En
estos lugares venden cervezas y uno se sienta a ver el streep tease. Los
soldados llegan en uniforme. Una vez esperé toda la noche para poder salir con
la mujer que quería, estaba con un soldado. Antes de cerrar quedó un momento
sola, me acerqué y le hice mi oferta. El soldado llegó y me amedrentó un poco
pero ella lo llamó aparte. Después se acercó para irse conmigo. Quedó muy claro
quién es la que manda.
“Entre los quince y los veinte años fui
visitante constante de los prostíbulos. Durante cinco años la luz roja iluminó
mi cuarto. Más que por las mujeres, era por el ambiente en general. Allí no se
hablaba de literatura, ni se escuchaba buena música pero a la noche le salían
colmillos y todos teníamos la satisfacción del asesinato perfecto. Las
angustias livianas se desvanecían al pasar los culos en bikini, similar a un
desfile en una piscina sin agua. Por unos tragos algunas te bajaban la bragueta
para sacar del sombrero el conejo. Ahora cuando me emborracho las costumbres de
ese tiempo intentan emerger, pero a esta edad la razón pesa más que la tristeza
y me aguanto la putería.
“Las putas tienen un pacto: el trago que les
ofrecen lo reparten entre sus amigas. Prefieren tomar brandy. Mejor dicho,
prefieren tomar aperitivo de brandy rendido con Coca Cola. Pueden beber mucho y
seguir hablando con la misma desdicha. Pueden beber mucho sin que el brandy
melle su creencia en un tiempo mejor. Solo con ellas tomo brandy, con otras
mujeres no es tan importante la escogencia.
http://adf.ly/1NKepY he aqui una cara distinta
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