Hace más de un siglo Mauricio Dières Monplaisir se despojó del título de pionero del periodismo en Villavicencio
Febrero 8 de 2021
El pasado 10 de diciembre, el Concejo de Villavicencio
aprobó el proyecto de acuerdo 045, por medio del cual se rinde homenaje a la
vida y obra del padre montfortiano Mauricio Dières Monplaisir, de origen
francés, como pionero del periodismo en Villavicencio, pero una carta escrita hace 102 años por el mismo homenajeado, le da el mérito de
pionero del periodismo local a un villavicense.
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Fotografía del padre Mauricio Dières Monplaisir. |
La carta de Monplaisir también fue escrita un 10 de
diciembre, pero en 1918. La misiva fue dirigida al señor Mario E. Cubillos, a
quien se le encargó relatar los orígenes del periodismo en los Llanos
Orientales, por haber sido su padre el fundador de las publicaciones periódicas
de la región. Incluso, Cubillos fue catalogado años después por Monplaisir como
un apellido «netamente
llanero y villavicenciuno», lo que respaldaría con mayor fuerza el título de
pionero.
En
uno de los apartes de la carta, que también fue publicada en el periódico Eco
de Oriente, el padre montfortiano escribió lo siguiente:
«Dado
el espíritu progresista que le distingue y la curiosidad con la cual usted sabe
profundizar los temas de verdadero interés regional me permito en atención a
los escritos conceptos trascritos molestar o distraer su benévola mención para
exigirle de usted una relación minuciosa de los orígenes del periodismo en el
Llano Oriental de Colombia, por haber sido su dignísimo padre el iniciador o
fundador de las publicaciones periódicas en esta región y usted su benemérito
sucesor. Por exigírmelo así mi carácter no me atrevería a relatar la historia
de Eco de Oriente, sin darle como preámbulo o prólogo la reseña de las vicisitudes
de El Meta».
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Carta del 10 de diciembre de 1918 firmada por el padre francés y que fu publicada también en el periódico Eco de Oriente. |
El nombre de El Meta, mencionado en la carta, hace
referencia al primer periódico que circuló por primera vez el 10 de septiembre
de 1872 en Villavicencio, mucho antes de la aparición de Eco de Oriente. En
respuesta a la misiva firmada por el sacerdote, el señor Mario E. Cubillos aclaró
lo siguiente:
«Tenemos
que fue en el año 1872 la primera época en que un autorizado grupo de
iniciadores, entre quienes estuvo la persona a quien usted recuerda (Cubillos,
padre), concibió la feliz idea de formar en nuestra hermosa, rica y dilatada
región oriental, un periódico que difundiera en ella la poderosa idea; que,
como buen vocero, y en todo el ámbito colombiano, hiciera el intercambio de la
luz vital; la revolución pacífica del cerebro, la meditación o el pensamiento.
«Esta
unidad del periodismo se confeccionaba en Villavicencio, capital entonces de
Provincia, y su impresión la recibía en Bogotá en los talleres tipográficos de
los señores Paz y Briceño, como también en el denominado ‘La América’: llevó
por nombre ‘El Meta’, inductivo acaso de algo gráfico y regional, y su primer
ensayo se hizo el 10 de setiembre del memorado año.
«Provista
de competentes colaboradores, dirigían su mesa de redacción los señores
Rafael Vanegas, poeta tentado de buena inspiración, y Agustín Rey. De aparición
quincenal, su índole informativa y noticiosa servía especialmente los intereses
comerciales e industriales; los de instrucción pública, navegación y vías de
comunicación en general; civilización de indígenas e inmigración. También sus
columnas eran órganos de los actos oficiales del Territorio, previo contrato
celebrado así con el gobierno nacional; y de temas de importancia como los de
legislación especial, instrucción pública y evangelización, se propusieron en
él.
«De
sus ejemplares, apenas hemos conocido los cinco primeros números correspondientes
a esas ediciones; y aun cuando creemos ellas fueron las únicas que hubo, la
mejor fuente del preciso dato debe hallarse en el archivo de los talleres que
editaron el interesante simpático quincenario.
«En
ningún caso la desaparición de este primer vocero del Llano, de ese faro
luminoso con acierto colocado en él, con el tiempo, primer puerto comercial de
la República, fue más allá del primer lustro de la séptima década del pasado
siglo; y su corta o efímera existencia, más que demostración tangible de inconstancia
alguna en los iniciadores o empresarios es prueba incontrastable de las
supremas dificultades, contribuidas demasiado con la negligencia de las
entidades llamadas a ser sus verdaderos propulsores; con la de quienes debieran
estimular el esfuerzo, antes que consentir, permítaseme la expresión, en que el
espíritu público, por la nostalgia propia de las decepciones, también suele
producirse cuando ellas contrarrestan la expansión o el rápido vuelo de la idea
vuelva a reducirse en los más o menos estrechos límites de la concepción
individual de la egoísta percepción, facultad o pensamiento».
Además de contar los inicios del periodismo regional y aclarar
que el pionero del oficio en la capital del Meta había sido su padre en
compañía de los editores Rafael Vanegas y Agustín Rey, el señor Mario E. Cubillos
reclamó que el nombre y el trabajo de su padre no habían sido reconocidos en la
historia de Villavicencio:
«Permítame
le anuncie el sumo grado a donde usted ha sabido levantar mi gratitud,
invocando la memoria del caro ser a quien el mío yo debo; y excúseme la
inmodesta verdad con que le afirme que si el nombre con que mi padre asistió al
concurso temporal del mundo, no ha sido siquiera inscrito o cincelado por el
recuerdo en las memorables ocasiones del terruño, en ese diáfano portal en que
la historia local o lugareña, también recoge o aglomera el movimiento
progresivo de los pueblos; su omisión no es otra que la natural compensación
humaña, apenas es el SINO fatal que la regla constituye cuando el privilegio no
excluye, en ella misma no hace o no favorece la excepción; y en la cual nos
congregamos muchos, con inclusión tal vez, ojalá no, del nombre de usted.
Dualidad de protesta filial mayormente justificada e ingenua esta, cuando, como
en el presente caso, el revivo de la memoria nace, o en el rendimiento del
tributo viene de allende el mar; porque ese brote espontáneo y bondadoso,
sensibiliza tanto el hilo descendiente, robustece o cristaliza mucho en él, la
genealógica o genitora sangre del extinto».
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