Una
charla con don Ramón llanero
Es caleño, pero desde hace 33 años vive en Villavicencio. Ahora viste como don Ramón y ya no quiere que lo llamen por su nombre de pila. Él es don Ramón llanero.
Desde hace 10 años, este caleño adoptado por Villavicencio personifica en su vida diario a don Ramón. |
Camina con la frente en alto, sabe que lo observan y
escucha los susurros de la gente: Vean a don Ramón, comentan los transeúntes.
Es alto y flaco, y por su bigote y apariencia parece haber salido del
vecindario del Chavo.
Lo intercepto en el camino. Dice que tiene afán y de
repente un oa, oa, oa, sale de su bolsillo. Es el estribillo de la popular
canción del Chavo del Ocho. Alguien lo llama a su teléfono. Tan pronto termina
la llamada se presenta: Soy don Ramón. Le pido una foto y accede a caminar como
en pasarela por la plaza Los Centauros de Villavicencio. Viste una camiseta de ‘Se
busca’ con la foto del verdadero don
Ramón, parece su gemelo.
Me pide que lo busque más tarde en el sector de El Porvenir.
Según su tarjeta de presentación, es asesor de imagen para coches, vende
polarizados, lámparas, exploradoras, lujos en general y hasta recibe su radio
en parte de pago. Me da la mano y sigue su paso con zancadas largas.
Horas más tarde voy a su encuentro. Dice estar en su
oficina, es una pequeña tienda en el sector de venta de autopartes, a unos
metros de Alkosto. Don Ramón llanero también paga renta, por eso se rebusca la
plata ‘retacando’, como él mismo dice. Es además vendedor informal y algunas
veces viaja de pueblo en pueblo vendiendo los palitos del Chavo y la Chilindrina.
Son pequeños títeres que también remata en Carnavales en Barranquilla y fiestas
en Bogotá.
Esta es la playa mía, llevo 33 años en Villavicencio,
desde que mi papá vino a montar una heladería, soy comisionista, viene alguien
por una batería y yo la llevo y me dan 10.000 mil pesos, instalo polarizados y
eso es para mí. ¿Pero desde cuándo personifica a Don Ramón?, le pregunto.
Responde que no es de Villavicencio, es un caleño y aún así se autobautizó don
Ramón llanero. Desde hace una década no le gusta que lo llamen Gerardo, su
nombre de pila. Mi hija me mandó una camiseta, de estas mismas, apunta con su
dedo, pero una negrita. Eres tú, papá, me dijo ella. Y yo, agrega, inconsciente
del regalo, salí a la calle y fue impresionante.
En la calle, no deja de ser admirado por los transeúntes. |
Explica que gracias a esa camiseta con la foto de don
Ramón, del Chavo del Ocho, lo llamaron de Capachos. La discoteca le obsequió,
dice, sus primeras camisetas y allí empezó a vender dulces. A raíz de eso se
popularizó en los almacenes, que a cambio de poner su marca en el pecho, le
obsequiaban camisetas con la foto de don Ramón. No me lo ha preguntado, pero
tengo 130 camisetas, todos los días estoy innovando, agrega, mientras toma un
sorbo de un té que acaba de pedir. Todos los días voy innovando, tengo montajes
con Jhon Onofre, Pilar Schmitt, Nairo Quintana y hasta estoy felizmente casado
con Angelina Jolie, explica con una risotada de oreja a oreja.
Ya no puedo salir sin la camiseta. A pesar de eso hay veces
que, por cierta razón, estoy enguayabado y no quiero saber nada de don Ramón, entonces
me pongo una diferente y una vasca, y me
dicen, para dónde va, don ramón, no
pierdo la fanaticada, bonito, me gusta todo eso. ¿Y qué tiene de ese
personaje?, le pregunto. Yo nací con ese personaje, nosotros mirábamos, pasábamos
adonde la vecina a ver a blanco y negro
en la televisión. Luego se dispersa y empieza
a hablar de un trabajo con niños, el cual realizó con el Grupo de Teatro Areta,
en el Gobierno de Alan Jara. Era un programa actoral llamado ‘Quién quiere ser
buen ciudadano’. Y su papel era entregar los regalos y mostrar que nunca le devolvió una cachetada a doña
Florinda.
¿Y es usted es tan paciente como el verdadero don Ramón?
En un megacolegio en Granada me tocó salir por una puerta, porque era
desesperante, pero nada, sin groserías, me sacaron por la otra puerta porque
son estresantes, era un megacolegio, megacolegio, impresionante. ¿Y su primera
gorra? Me la dio un indigente, porque ellos son fanáticos, vea don Ramón, la
cachucha suya, le pegué la lavada y me la puse, fue la primera, luego empecé a
conseguirlas en Bogotá. Más bien, me dice con ceño fruncido, le encargo cuando pille por ahí una.
Don Ramón colabora en la Casa del Filtro, en Villavicencio. |
Cuando empezó a personificar a don Ramón, sus negocios
mejoraron, llegaron a entrevistarlo de algunos medios. Notiuno, dice, me lo
tenía pelado, pero yo soy muy noble. Sonríe. Otra cosa, más de uno de los amigos, aquí me dice,
pero qué, don Ramón, y la plata qué, güevón. Yo sé trabajar aquí, que vaya, que
cobre a 5 mil foto, pero por qué voy a cobrar si el personaje lo cogí para mí,
no es para venderlo ni empobrecerlo, no aguanta. Hay un indígena que cobra, le
replico, antes de dejarlo terminar la frase. Sí, y está El Chavo. Ahí está en
las redes mías, dice mientras intenta buscar una foto en su celular, vive del retaque, pero el sí se levanta 100, 200, 80 mil pesos, en monedas. Lo
conocí aquí, estaba a la vuelta cuando me lo trajeron, porque estaba en la
calle de los negros, pero a él le falta
más humildad, es retacador, es desesperante.
¿No le gustaría ir a México? Ese es el sueño mío,
viajar, viajar, uy, impresionante, elegante, no le digo que hasta en la costa,
todos, la fanaticada es mucha, por lo que uno mancha televisión y allá mismo
manché. Villegas y La Roche me llamaron para lo del televisor. Allá no me dicen
don Ramón sino igualito. Mientras habla, lo siguen señalando, saludando, hola
don Ramón, le dice un niño que pasa por el lugar. Hasta los conductores de carro
paran a saludarlo. Llegan a decirme, permítame abrazarlo, cosas de fanáticos,
pero nítidos, doy gracias a Dios que soy
un ladrón de sonrisas…
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