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Murió el caporal de caporales

Se fue Trino Torres, 'el Gallo'


El lunes 24 de julio, a los 114 años, murió en Arauca quien fuera considerado el caporal de caporales, don Trino Torres, el hombre que realizó 45 viajes de ganado desde Arauca hasta Villavicencio, y nueve, de la capital del Meta a Bogotá. Su trabajo fue narrado en el documental 'A Villavicencio... o al cielo', dirigido por Soraya Yunda.

Trino Torres fue un hombre de a caballo. Fotografía: Sandra Monroy.


Trino Torres, quien llegó a conocer a Rómulo Gallegos y a Pancha Bárbara (doña Bárbara) fue entrevistado en el 2006  por Eduardo Mantilla Trejos. Aquí revivimos esa conversación.

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"La casa es solariega. Cuenta con un mango indostánico que se sale de las costuras con esta alegre cosecha. Y con un mamoncillo frondoso que una legión de abejorros levanta en peso. En la casa se invirtieron 37 mil bloques de ladrillo. “ Ni uno más ni uno menos”, nos dice Trino Torres Sánchez, un “palo” de hombre de los viejos llanos de Arauca,  nacido en momentos en que el barbilindo mandatario colombiano Carlos Encarnación Restrepo entregaba a los gringos el Canal de Panamá, tras recibir una compensación infame de 25 millones de dólares. También se empina en este patio un limatón ofensivo y un guanábano sin carga, apenas con flores.

"La casa es fresca pero nos sentamos en el patio de tierra. Afuera, en la calle, se desgañitan los transportadores y los vendedores de chucherías, y se oye el sonido quejumbroso de los carros y el acelerador de las motos. Son las tres de la tarde. La temperatura oscila sobre los 36 grados centígrados. Los bisnietos de Trino recogen frutas del patio. Arauca trepida. Trino es un hombre de sabana. Legítimo. Y hace cosas admirables con la memoria. Veamos. 

Trino Torres. Fotografía: Sandra Monroy.
  

HOMBRE DEL CAMPO

- ¿Su nombre completo, don Trino?

- ¿Mi apelativo? Me llamo Trino Torres Sánchez.  Torres por mi mamá y Sánchez por mi papá, un venezolano del bajo Apure, bien empostado y hábil en las llanerías… Por cierto que trabajó muchos años en el hato de La Maporita. Llevo primero el apellido de mi mamá porque no fui reconocido ante notario…

- ¿Y el lugar y fecha de su nacimiento?

- Nací en  Cabuyare, una vereda del municipio de Arauca, el 13 de junio de 1913. O sea que ayer cumplí 93 años y aquí me tienen… ¡parrandeando y dándole tema a la gente sin ocupación! En Cabuyare queda La Maporita, un hato al que yo le debo todo.

- Todos los llaneros coinciden en que usted fue y sigue siendo un  “ palo” de hombre, que no se arruga frente a nada ni ante nadie…

- Es un decir.  Aunque una vez, hace muchos años,  en Arauca soltaron una pija de toro y nadie se le metía al animal. Yo le eché el caballo y lo desnuqué delante del palco principal donde ponía cintas la reina de las fiestas de Arauca. El comisario Ferro Duque me pasó una botella de brandy muy fino y me la tomé toda sin parpadeá y seguí coleando. Desde entonces han dicho que yo soy bueno pa´ todo… incluído el trago.

Trino Torres tuvo 18 hijos. Fotografía: Soraya Yunda.


- ¿Cómo se organizó usted en familia?

- Y me independicé y por las mismas me saqué una buena vieja… Magola Jiménez. Diez años mayor que yo pero tenía un buen “sancochito” y era muy  trabajadora. Ella murió al poco tiempo y me dejó un “bestiero”. Mire, una mujé por esas épocas era como tené un buen peón en la casa. Yo tenía como cincuenta vacas de ordeño y esa mujé andaba pegá de las tetas desde las tres de la mañana pa´ hacé queso. Curaba los becerros, corría a caballo, barría los patios,  y hacía puntualmente la comida.

Uno se iba a tomá trago a las veredas y las mujeres quedaban en la casa que era un gusto.   

Trino es fuerte, expresivo, resuelto. Como pernil de gallo, la piel roja y lustrosa forra una fuerza corporal que se desborda en veces por las coyunturas. Alto. Elástico.  La voz seca y ripiosa de abrevadero en marzo. Con 93 años encima y un sombrero de fieltro voluntarioso que acompaña al dueño en toda ocasión, Trino Torres Sánchez cruza a nado el río Arauca llevando el caballo de la brida. Y superó a los jóvenes de la vereda del Torreño pues soltó pareja con el canto de los pájaros de la madrugada, luego de  bailar toda la noche. 

- ¿Tuvo hijos con Magola?

- No, con Magola no tuve hijo pero después me conseguí dos mujeres por falta de una. Blanca, la mama del doctor, y otra con la que tuve tres hijos. Entre estos tengo un piloto que apresaron en la costa por culpa de la malparida coca.

  
- Bueno, pero entre una y otra mujer, ¿cuántos hijos ha tenido?

- Unos dieciocho. Hay una hija viviendo en Nueva York donde tengo nietos y bisnietos.

- Cuántas presas saca usted de una res?

- Eso depende de lo que se quiera. De una pierna se pué sacá  el herradero, la pulpa negra, el pollo, la chocozuela.  De una paleta, el codillo y la paleta. De la costilla se saca el “llamao” que decimos… Y esa carne depende de lo que quiera… si la va a salá, a asá…. depende.

- ¿Hay diferencia entre la carne de novillo y la carne de toro?

- ¡Muchacho, pero claro! La carne de animal sin castrá es más roja, más desabrida que la de novillo. El novillo se embarnece, coge mejor pelo y se cuida mejor del tigre porque arma rodel; el padrote en cambio se aisla en los gramalotales y vive más expuesto al enemigo…

EL HATO LA MAPORITA

- Hablaba usted con mucho entusiasmo de La Maporita. ¿Por qué esa querencia?

- Mire, mijo, ese era un hato “gomero”, administrao por los Sánchez de este lao del río Arauca… ¿Qué quiere decí hato gomero? Pues que era de propiedá de Juan Vicente Gómez, el mandamás de Venezuela. La cosa es así. El presidente ponía los ganados y el caballaje y un llanero se encargaba de administrale todo y rendile cuentas cada año. Esa persona se llamaba “encargao” y daba cuenta hasta de una infeliz mate topocho…

 - ¿Y es que de este lado no había autoridad que, al menos, reclamara por el uso de la tierra? 

No, la tierra no tenía ningún valor y mucho menos cuando quedaba tan lejos de Bogotá y tan cerca de Juan Vicente Gómez. Los hatos valían por el ganao que tenían… no más. Además, lo que sobraban por estos laos eran tierras realengas, tierras baldías…

Pero sigamos. Por allá en 1930 los Sánchez  vendieron La Maporita a un italiano buena gente llamado Leopoldo Lómonaco. Claro que esa venta se hizo con la aprobación de Juan Vicente. Yo siempre me he recordao viviendo en ese hato porque allí pasé mi niñez y allí me dio don Leopoldo unos siete meses de lecciones de lectura y escritura hasta que pude valeme por mi mismo. Yo no tengo cómo pagale el  favor a ese señor que no sólo me enseñó a lee y a escribí;  también me dejaba tiempo pa´que leyera sus libros… La Biblia, El Quijote, a  Vargas Vila, a Alejandro Dumas. Cuando no entendía una cosa, don Leo me explicaba… después me compré un diccionario. Yo tenía y leía mucho su libro Los Tumbatiranos  pero me lo robaron y no he podío conseguí otro.

- ¿Cuántas cabezas de ganado tenía por ese entonces el hato La Maporita, don Trino?

- ¿Cuántas cabezas de ganao? ¡Eso eran cantidades! Los caporales de sabana aseguraban que tenía entre 45 y 50 mil cabezas. Es que nosotros sacábamos pa´arriba unos 4 mil novillos, cada año… Pero señores novillos…

- ¿Y hacia dónde sacaban esos novillos?

Bueno, al principio la cosa era fácil porque las cosechas se iban pa´ Venezuela. Diga usté hacia San Cristóbal o Barinas y no era sino cruzá el río Arauca… Pero todo se complicó cuando Juan Vicente cerró el comercio por la ayuda que aquí les prestábamos a sus enemigos; entonces tuvimos que tirá los rodeos hacia Villavo. Esos animales los cebaban en San Martín o en Acacías y los subían después a Bogotá, por esos desfiladeros… En un principio entregábamos los rodeos en Casanare, sobre el Cravo sur, pero después hacíamos las entregas en Villavo… Nos evitábamos muchos problemas. Desde el momento en que salíamos de La Maporita con el ganado uno tenía que cruzá dieciocho ríos, pero señores ríos, y no se diga la cantidá de caños. ¡Nos gastábamos 34 días en el viajecito!

- Bueno, pero fuera de La Maporita, ¿qué otros hatos  son dignos de mención en las sabanas de Arauca, don Trino?

 -¿Qué otros hatos? ¡Nooo! ¡Eso había muchos hatos y todos con mucho ganao! Que recuerde ahorita, Matepiña… allí don Ananías García vendía a puerta de corral 2 mil novillos bien formaos. La Pastora fue un hato fuentero… Que ¿qué quiere decí fuentero? Pues que era de Manuel Fuentes, un venezolano que era el amo del alto y el bajo Apure… Dicen que en toda Venezuela el hombrecito   podía tené un medio millón de cabezas de ganao… Aunque, fíjese usté, sus animales predilectos era los gatos y pa´ dales de comé, hacía matá tres vacas todos los días. En Colombia tenía La Pastora.  

Otro hato rico fue El Porvenir que perteneció a los señores Delgado pero lo administraba el venezolano Tomás Jara; al morir el dueño, Jara compró una parte y resultó dueño de todo. También  estaban El Socorro, El Indio, Las Morochas, Corocoro, el Diamante, los Novillos, El Caraño, Caño Rico… 

- ¿Conoció el hato Los Novillos?

- Fue un hato muy nombrao. Sé que perteneció a un venezolano llamado Socorro Figueroa y que tuvo mucho que vé con el pueblo de Cravo Norte, pero no lo conocí porque los ganados que arreábamos no tiraban por esos rumbos… Nosotros tomábamos la ruta de Tame

- ¿Cuántos animales echaban en un rodeo?

- En un rodeo se echaban entre 500 y 3.500 animales… meros novillos porque “arriba” no se comía sino novillo…

- Con el paso del tiempo, usted llegó a ser encargado de La Maporita, ¿cierto? ¿Cómo ocurrió eso?

- Sí, después de muerto mi papá, don Leo me señaló como administrador. Las cosas siguieron bien hasta la muerte del viejo porque a partí de entonces se hizo cargo de todo a todo don Pacho Lomónaco, un hijo que tuvo don Leo con María Fernández.

Vea usté cómo son las cosas… la venezolana María Fernández  tenía una hija buenamoza llamada Cristina y esta Cristina, de muy buen corazón, adoptó a una niña que quedó huérfana por la muerte de ambos padres. Esa niña creció en el hato y todos la queríamos mucho porque era muy bonita y muy alegre…se la pasaba cantando hasta que se volvió una señorita y empezamos a llamarla “señorita Marta”.  Pues cómo le parece que a La Maporita llegó un dotor en medicina… eso cargaba en dos bueyes sardos muchos jarabes, pomadas, purgantes, papeletas, recostituyentes y lo más jodido de todo que eran las ampolletas… Pues este guatecito le echó el ojo a la señorita Marta y, sí señó, se la cargó y de una vez puso rumbo hacia Casanare… Se estableció junto al Paso Real de Ariporo y ríase usté porque ese dotor Pedro y esa muchacha Marta, fueron los papás de ustedes, los Mantilla…  

- Esa revelación me llega al alma, don Trino, y efectivamente, en Casanare estuvimos hasta que estalló la guerra de los años cincuenta; a partir de entonces nos establecimos en Arauca, capital. Pero cuénteme, ¿qué hizo una vez que Pacho Lomónaco tomó las riendas de La Maporita?

- Que ¿qué hice? Pues me abrí aparte y puse mi propio fundo. Aquerencié unas vaquitas y unos cuantos caballos… 

- ¿Cuánto ganado alcanzó a tener?

- Eso no era de mayor ver: unas 2.500 ruchas entre macho y hembra.  Ese fundito lo llamé Moscú…

- Y ese nombre ¿a qué se debió?

- A la guerra en las Europas. Yo escuchaba lo de la guerra en un viejo radio telefunken y ¡mire que me gustó el nombrecito!



VILLAVICENCIO

 - ¿Cómo era Villavicencio por esos tiempos?

Que ¿cómo era Villavo? Los llaneros siempre llamamos a ese pueblo Villavo y no Villavicencio. Era un pueblito muy pequeño con dos o tres calles destapadas alrededor del parque. La única pensión era la de Rosa María y allí nos  juntábamos las peonadas porque no crea que únicamente se sacaba ganao de La Maporita….  

Un negro llamado Micolta trajo de “arriba” unas 20 o 25 “pájaras” y las acomodó del otro lao del cañito Maizaro. Así que nosotros nos esparpajábamos tan pronto como recibíamos la plata de los jornales y… ¡hágale! Los hombres de Arauca teníamos fama… Yo, por cierto, me convertí  en maestro de joropo porque en Villavo eso no se conocía.

¿Que qué instrumento se tocaba?  No, ¡eso sobraban! Bandola, bandolín, maracas… En todo el llano colombiano se desconocía el arpa… El arpa la trajo a Arauca un hombre llamado Arturo Lamuño.

- ¿Cuánto costaba en sus mejores épocas un novillo en los mercados de Villavicencio?

- ¿Cuánto costaba un novillo? ¡Una miseria! Seis pesos pero hasta los años treinta los pagos se realizaban en morocotas. La morota era una moneda de oro cochano que estaba a la par con el dólar. A partir de ese año, un presidente… no sé si fue Olaya Herrera o López, recogieron el oro y todo se jodió porque los llaneros no sabíamos que hacé con los billetes  que se enmohecen fácil y no servían pa´ compra´ en el otro lao…

MOROCOTAS Y “ENTIERROS”

- Bueno, ¿pero qué hacían con las monedas de oro? Tenemos entendido que los llaneros no hacían nada productivo con ellas… fuera de algunas extravagancias como ordenar estribos y frenos de oro o hacerse repujar toda la dentadura…

- ¡Sí, eso es cierto! Y es que haciendo bien las cuentas no había en qué gastá tamañas fortunas. Algunos por ahí se daban su viajecito por Europa y volvía  con señor revolvón.  Don José Natalio Estrada trajo de Italia un Cristo de mármol del tamaño de un hombre real y levantó en la sabana un monumento que se conoce en el llano como El Cristo de la Mata. Pero, por lo general, esos capitales terminaban enterraos en la pata de un higuerón.

Escúcheme esta historia. Aquí en las sabanas de Arauca un viejo muy rico llamado Antonio Samudio llenó un bernegal con morocotas y toda clase de prendas de oro. El que quisiera, podía mirá ese tinajón. Pero un día desapareció el tinajón y sólo quedó el chisme zumbando por los vecindarios. Pues bien, Pachito Lomónaco, el hijo botarata de don Leopoldo, compró la propiedá a los herederos de Samudio y , ¡sí señor!, se dedicó, primero, a desjarretá todos los higuerones, y luego los aceites y los caracaros hasta que se parrandió el monte. Llamó a la bruja Delfina pa´que le buscara el entierro con una ramita de bozú  pero como no salió con ná, contrató a un curita flaco de apellido Gascioli que salió bien gordo con las costillas asadas que se comió en las costas del Cabuyare. Estas son horas y Pachito continúa buscando el  bernegal en el cielo



- Muy interesante. Pero ¿qué hay de cierto que los dueños ponían una condición que debía cumplirse religiosamente antes de permitir que fueran sacados los “entierros”?

- Si, eso dicen. Y ese es el tema de una  novela de Rómulo Gallego.

- Muchas tierras, mucho ganado,  mucha riqueza pero ¿qué se comía en esas épocas, don Trino?

- ¿Que se comía? Pues carne y topocho. Abundaba la carne de res y el marrano.  La cacería era sumamente abundante… cachicamo, galápago, venao, pato. Esos ríos y caños se atascaban de pescado y ponían hediondas las aguas en tiempo de ribazón. Nadie necesitaba nada en esos tiempos porque el más pobre y el más rico comían lo mismo: carne,  y andaban en lo mismo: el caballo…

MUJERES LLANERAS

- Conoció usted a doña Bárbara?

- ¡Pero claro! Y también conocí a don Rómulo. Doña Bárbara era en realidá Pancha Vásquez, una mujerona de Apure. A ella le sacaron la leyenda  que enamoraba a los llaneros rico y los mataba después pa´quedase con su fortuna. Pero eso no es cierto. La ganadería de doña Pancha vino de un ganao que le dio a medias Manuel Fuentes… Es lo mismo que pasó acá en Arauca con Luisa Quenza que inició los hatos quenceros con cien potrancas que también le dio a medias Manuel Fuentes…

- ¿Y conoció en Arauca a la famosa Carmentea?

- Sí , claro. Una mujer muy hermosa que el pelo le llegaba al cuadril y enloquecía a los hombres. Desde militares hasta revolucionarios, como se llamaban por esos tiempos, botaban la baba por la mujer. Lo más bonito que tenía Carmentea eran los ojos negros y los brazos llenos de un vello fino y negro…

HOMBRES Y CABALLOS

-¿Cuáles eran los mejores caballos en los llanos araucanos, don Trino?

- Pues no hay dudas que los mejores caballos eran los de La Maporita. No eran animales muy grandes; eran más bien pequeños pero muy fuertess y resistentes… Eran caballos árabes puros, de color overo… El que montaba uno de estos animales llevaba un buen trecho adelantao porque los maporiteños fueron hechos pa´ el trabajo de llano.  

- Recuérdenos ahora el nombre de una persona que se distinguiera en las sabanas araucanas por ser un gran trabajador de llano.

- No, ¡eso no tenía ningún misterio! El pión  más entelerido le amansaba a usté un caballo y le tumbaba y le capaba un toro. Lo raro era hallá un hombre que no cruzara un río a nado o alistronara con la lanza a un tigre. Eso era lo primero que uno aprendía en la casa.  Aunque sí le digo que mi papá Concepción Sánchez era lo que se dice un hombrón. Lo mismo que Juan Salerno. Ahora como sabedoras de las artes de la ganadería muy pocas personas se le podían medí a Rafael Vivas, el dueño de Las Margaritas… Mire, éste era un hato muy rico, de Jorge Luna, pero quien vendía y disponía todo era Rafael Vivas.    

- ¿Quiénes era más verracos, los colombianos o los venezolanos?

- Esa pregunta si es jodía!  Es pa´ tirá a cara o sello porque si aquí había hombres, el llano de  Venezuela no se quedaba atrás.

- ¿Cómo es la suerte de colear llamada “güesiada”?

- Es una agilidá que no se puede enseñá porque el jinete se bota del caballo en plena carrera  y aprovecha la misma fuerza que lleva el toro pa´tumbalo.

- Por estos tiempos, don Trino, ¿cómo era el río Arauca?

- Un señó río. No daba vao por ninguna parte. No es como ahora que está a punto de trozase. Aquí en Arauca atracaban los barcos El Masparro, El Arauca y El Amparo… llenos de mercancías finas. Telas, sal, brandy, ferretería, armas… de todo.

- ¿Aquí no se hacía aguardiente?

- Pero claro, como en todos los pueblos. Aquí se hacía aguardiente en alambiques  que hacían los mismos contribuyentes. Del otro lao producían un aguardiente llamado “cachicamo” que todavía se consigue. Y pa´ Tame sacaban un trago fino de la cocuiza…

Fundo Moscú, propiedad de don Trino Sixto Torres Sánchez. Colinda con el hato la Maporita. Hoy vereda la Maporita. vía al Caracol Arauca. Fotografía: Soraya Yunda.



“MAISANTA”, EMILIO Y GUADALUPE

El perfil aguileño y la mirada alegre hicieron parte  en los años treinta de las tropas que organizaba en la frontera Pedro Pérez Delgado, “ Maisanta”, para darle otra “embestida” al casi nadie de Juan Vicente Gómez, el dictador que gobernaba con pulso de hierro a  Venezuela desde los tiempos de los Azules.

- ¿Usted conoció a Maisanta?

- ¡Pero claro que sí! ¡El verdadero nombre de Maisanta fue Pedro Pérez Delgado! ¡Era una pinga de hombre mucho más alto que yo y más fornido! Era un catire colorado al que le decíamos el Americano. Yo lo conocí como hombre de llano y como un peleador veterano… 

- ¿En qué tiempo lo conoció, don Trino?

- Eso fue cuando peleaban con Juan Vicente Gómez. 

-  ¿Y a Emilio Arévalo Cedeño?

- ¡También! Yo lo conocí personalmente y mire que se trataba de un hombrecito menudo y porfiao… Tenía el nombre grande pero de presencia era pequeño. El que sí era un palo de hombre era su cuñado Alvaro Boitía.  Me decían que Emilio hablaba varios idiomas y que era telegrafista.

Mire, hijo, tanto Maisanta como Emilio llegaban aporriados a La Maporita y se dedicaban a recogé ayudas y a reclutá gente… Y cuando consideraban que ya estaban en condiciones de hacerle otra chocada a Juan Vicente, cruzaban el Arauca y se internaban en Venezuela buscando el rumbo de Caracas pero, ¡eso qué!. A los meses volvían a Arauca llenos de turupes y magulladuras.

- ¿Alguna vez usted se alistó con estos revolucionarios?

- ¿Que si participé en la trifulca de Venezuela? Pues una vez me enrolé en la tropa de Maisanta pero no llegué sino hasta el cerro y de inmediato me volví a mis comederos. Otra vez Emilio me propuso un trato pero no aceté porque definitivamente yo no soy hombre de guerra. Yo me le paro a un hombre que me insulta de palabra y me agravia, pero yo no voy a disparale a un cristiano que no me ha hecho mal a mí o, a lo mejo, no está en condiciones de defendese…

- ¿Pero sí formó parte de los ejércitos de Guadalupe Salcedo, ya en los años cincuenta?

- Sí, él me reclutó para echarle plomo a Laureano que nos mataba a nosotros, los liberales. De una vez me mandaron a una comisión a Caño Negro  pero al llegá al río cogí los mejores caballos y fui a templá a Venezuela porque esa no era mi guerra.  Y cómo le parece que los de Rojas Pinillas me echaron después a la cárcel porque dizque yo había matao a un antioqueño que era mi mejor amigo. ¡Eso era falso de toda falsedá! Duré siete meses preso en Villavo y me soltaron pero con sus segundas intenciones. Pues cómo le parece que yo me fui a la casa de la “Botella” y duré siete días empiernao con una vieja. A mis compañeros los pelaron pero a mí no me encontraron porque estaba muy “ocupao”… por eso me salvé.

- ¿A propósito, sabe cómo murieron Maisanta, Emilio y Guadalupe?

- Yo no sé cómo murió Emilio pero me contaron, años después, que a Maisanta lo encerraron en un calabozo estrecho y día y noche le dejaban caé una gota de agua en la cabeza… Eso enloquece a cualquier. En cuanto a Guadalupe cualquiera lo sabe: lo mató a tiros el SIC en… en … No sé si en Villavo o en Bogotá.

TRINO, EL CANTOR

- ¿Cómo era los bailes y qué se bailaba en sus tiempos, don Trino?

Los bailes duraban varios días y era la oportunidá que todos teníamos pa´ buscá novia o mujé. Los parrandos o fandangos se ponían pa´ Pascuita de Reyes, después de semana santa. O el cuatro de diciembre, día de santa Bárbara. Se bailaba el joropo y distintos pájaros. Por esos tiempos se tocaba la bandola y el bandolín; imagínese que Lorenzo Pérez tocaba hasta con los codos.  Después metieron la victrola y a partir de ese momento  empezó a arruinase la cosa.

- Nos han dicho que fuera de ser un llanerazo, usted también canta y compone coplas muy especiales, ¿cómo es la cosa, don Trino?

- Pues sí, antes cantaba y componía corríos en los parrandos. Pero ahora eso ha cambiao. Mi tío Doroteo cantaba toda una noche sin repetir copla y no sabía ni la o por lo redonda. En una ocasión una muchacha bonita no le paraba bolas a nadie pero sí había una muchacha corpulenta llamada Teresa Tovar que ajilaba con yuca. Así que yo me inventé y le canté esta copla:  

Negra Teresa Tovar
bonito que vas bailando,
¡prefiero un chicuaco asao

a un pato gordo volando


Por: Eduardo Mantilla Trejos
Arauca, 14 de junio del 2006
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