La intersección entre libertad creativa y la corrección política
Septiembre 28 de 2023
Durante una de las actividades de la Fiesta del Libro de
Villavicencio (FILVI23), la tensión entre lo políticamente correcto y el arte
literario se puso de manifiesto. La presentación de los libros Cada oscura
tumba, de Octavio Escobar Giraldo, y Muertas de amor, de Triunfo
Arciniegas, en la Corporación Universitaria Minuto de Dios de Villavicencio, abrió
el debate.
Una estudiante cuestionó directamente a Arciniegas sobre
la percepción machista en su obra y le preguntó si había considerado el punto
de vista de las mujeres al escribir. Aunque su respuesta inicial aludiendo a Lolita,
de Vladimir Nabokov, generó desconcierto, la verdadera controversia surgió
cuando el escritor, visiblemente incómodo, decidió interrumpir la conversación
abruptamente.
«Qué jartera contestar… No quiero continuar, esto ya se
acabó», replicó Arciniegas.
Este enfrentamiento, que algunos estudiantes consideraron
como una muestra de censura hacia la estudiante, desencadenó un profundo debate
sobre la corrección política en el arte, específicamente en la literatura. Este
medio dialogó con varios escritores presentes en el evento sobre sus opiniones
al respecto.
Algunos artistas ven en la corrección política una amenaza a la libertad creativa, mientras que otros la consideran una herramienta necesaria para asegurar la representación equitativa y el respeto hacia todas las voces. Las opiniones de destacados artistas y escritores como Octavio Escobar, Esteban Carlos Mejía, Guido Tamayo, Óscar Godoy y Triunfo Arciniegas nos ofrecen una visión compleja y matizada sobre este tema.
Octavio Escobar plantea una reflexión sobre el papel del
artista frente a la corrección política, sugiriendo que los artistas no
necesariamente alinean sus obras con lo que se considera políticamente
correcto, ya que muchas veces son reflejo de la realidad, sin intentar
proponerla como norma. Las obras literarias, al retratar situaciones del mundo
real, no necesariamente están haciendo propaganda de ellas.
Esteban Carlos Mejía es más tajante. Para él, lo
políticamente correcto es una forma de censura y ve peligro en su imposición.
Enfatiza la necesidad de que los escritores confíen en su instinto y no se
autocensuren, sugiriendo que es más importante ser fiel a la obra y a los
personajes que preocuparse por la corrección política. El arte, según Mejía, es
un reflejo de la realidad, y los artistas deben sentirse libres de retratarla
tal como es, sin miedos ni restricciones.
Guido Tamayo, por su parte, reconoce la dualidad que
existe entre el escritor y el ciudadano. Mientras que el escritor busca
libertad absoluta en su obra, el ciudadano puede tener posiciones políticas y
sociales concretas. Tamayo sugiere que, al hacer arte, uno debe alejarse de las
intenciones políticas y permitir que la obra fluya con sinceridad.
Óscar Godoy subraya la naturaleza transgresora del arte,
que siempre busca salir de la norma. El arte debe incomodar y provocar, y la
corrección política no debe ser una preocupación primordial durante el proceso
creativo. Godoy argumenta que retratar situaciones o personajes controvertidos
no significa normalizarlos, sino cuestionarlos y provocar reflexión.
Finalmente, Triunfo Arciniegas se posiciona firmemente en
contra de cualquier forma de censura o autocensura artística. Sugiere que
adaptarse a las expectativas o tendencias de la época puede llevar a un arte
diluido y que los artistas deben seguir sus convicciones y expresarse libremente,
independientemente de las opiniones dominantes.
Estos escritores parecen coincidir en que la verdadera
esencia del arte radica en la libertad creativa, en la capacidad de retratar la
realidad (o su interpretación de ella) sin restricciones. Mientras que la
corrección política puede tener un lugar en el debate social, el arte debe
permanecer fiel a su naturaleza provocativa y transgresora, siendo un reflejo,
a veces crudo, de la realidad y de las complejidades humanas.
Las
voces de los escritores
Octavio Escobar:
Mira, lo políticamente correcto habitualmente es una construcción y una
construcción que está en desarrollo. Los escritores, en general, los artistas,
habitualmente tienen otras miradas; entonces, no necesariamente van a estar
alineados con lo políticamente correcto, que algunas veces es una construcción
del poder. Y, de otro lado, hay una serie de teorías humanísticas, por
llamarlas de alguna manera, que pueden tener puntos muy certeros, pero que de
otro lado también son modas. El artista simplemente produce la obra, y son
realmente los académicos, los intelectuales, los teóricos los que formulan una
serie de teorías; los que, a partir de esas teorías, analizan lo que los
artistas producen. Es muy raro que el artista parta de un postulado estético
para hacer la obra; habitualmente, lo que hace es hacer la obra, y son los
teóricos y los estudiosos los que construyen una teoría.
Habitualmente, las obras literarias, para ser específicos en esto,
muestran una situación que existe en el mundo. El hecho de que tú la describas
no significa que estás haciendo propaganda. Sí, las novelas del siglo 19 que
describían el adulterio femenino estaban mostrando el adulterio femenino, y por
ejemplo, a Flaubert lo llevaron a juicio por eso. Él solo estaba mostrando el
adulterio femenino. Él no lo estaba proponiendo como norma de conducta. Qué
hace el lector con lo que el artista propone, es un tema del lector, que
obviamente influye en la sociedad, pero es específicamente un tema del lector.
«Los
escritores no somos predicadores, no somos como el padre Rafael García Herreros»: Esteban Carlos
Mejía:
Yo sobre eso tengo
una posición muy particular, es decir, uno no se debe dejar influenciar por
nada distinto a uno mismo. Ernest Hemingway lo decía de una manera, cierto,
"Confía en tu propio detector de mierda, si lo que estás escribiendo te
huele a popó, déjalo; si te huele a rosas, wow, eso fue". Hoy en día, las
ideologías postmodernas tienen un rasgo que yo me atrevo a calificar de
dictatorial; se están imponiendo a la fuerza, sobre todo. Lo políticamente
correcto, por favor, eso va a terminar. Van a terminar prohibiendo la Biblia,
cambiando los episodios de la Biblia. Van a terminar, eh, convirtiendo al Pato
Donald en un muñeco menos burletero. A mí me parece que lo políticamente
correcto es un enemigo craso de la literatura y que uno, como escritor, tiene
que dejarlo a un lado. Uno, como escritor, no se puede autocensurar. Que los
censuren otros; si no les gusta lo que uno escriba, que no lo lean, que te
critiquen. Pero uno mismo hacerle el trabajo a quienes están imbuidos por una
cosa que es sustancialmente —voy a decir una palabra muy fuerte— fascista,
sustancialmente tiránica. Es que tienes que decir las cosas así porque, si no,
los niños se afectan. Los niños no se afectan, es pura paja. Se afectan cuando
caen en esa ideología de lo políticamente correcto porque, cuando van a crecer
o las personas que se someten a esa política, cuando tengan un radio de luz,
van a decir: "¿Qué imbecilidad era eso?". Yo pongo a hablar a los
personajes; si el personaje termina diciendo frases machistas, pues a mí, como
autor, me queda la excusa: "No fui yo, fue el personaje". Y para la
gente muy cuadrada, aterrizada, me van a decir: "No, es que el personaje
es usted".
No sé, yo pienso
que eso... ahora que dijeron una cosa tan violenta. Eh, yo creo que la actitud
frente a eso tiene que ser la soltura del escritor. Los escritores no somos
predicadores, no somos como el padre Rafael García Herreros, que le estamos
diciendo a la comunidad lo bueno y lo malo. Nosotros somos testigos de la
realidad, testigos, además, no confiables porque la tergiversamos con la
ficción. Lo que hizo Octavio Escobar con Cada oscura tumba, coge una
realidad tan horrorosa como los 6.402 falsos positivos y lo convierte en una
novela en donde uno siente el dolor de las víctimas y siente la indignación del
abogado y cómo se conjuga en sus vidas para tratar de librarse de ese pasado.
No sé, yo creo que el escritor tiene que ser y sentirse auténticamente libre.
Por eso te digo: ni censura ni autocensura. Piense en Gabriel García Márquez:
¿cuándo se autocensuró ese man? O sea, si se hubiera autocensurado, no habría
inventado a Remedios la Bella, que en cuerpo y alma subió al cielo arrastrando
las sábanas de la casa. No, no me joda. Ni se habría inventado ese cura en
Macondo, el primer cura, que cuando la gente dejaba de ir a la iglesia, para
llamar la atención, salió, se tomó una taza de chocolate hirviendo y luego
levitó en el taurete 12 centímetros. ¿Me entiendes?
«El
arte debe ser completamente libre»: Guido Tamayo:
Yo creo que hay
ahí una doble presencia: la presencia del escritor, que exige libertad absoluta,
y la presencia del ciudadano que tiene unas ideas, una concepción sobre la
política, una ideología, un pensamiento político, en fin. Pero me parece que, a
la hora de producir arte, de hacer arte, escribir una novela, pintar un cuadro,
hacer una obra de teatro, ahí se debe ser completamente correcto o incorrecto.
O sea, quiero decir, ser premeditadamente algo políticamente es un error,
porque no fluye, no hay sinceridad y la historia empieza a entorpecerse porque
empiezas a reconducirla para que sea correcta, de acuerdo a la ideología que tú
tengas. No, el arte debe ser completamente libre y debe fluir en unas
condiciones completamente abiertas y flexibles.
El ciudadano, que
también es el escritor o el pintor o el dramaturgo, tiene una opinión política
y tiene una posición política y va a trabajar o no según una idea, y yo creo
que hay esas dos.
El universo tiene
una historia, la civilización tiene una historia donde ha habido momentos más
machistas y menos machistas, donde ha habido momentos más violentos, menos
violentos, donde seguramente, digamos, hubo un maltrato legalizado,
normalizado, cierto. Pero eso hay que contarlo. Y el hecho de contarlo no
significa que el autor sea machista, o esté invitando al acoso o a la
violencia. Significa que el autor está narrando un acontecimiento y tiene que
ser fiel al acontecimiento.
«
Yo creo que el arte siempre ha sido
políticamente incorrecto»: Óscar Godoy
El arte siempre se
ha tratado de salir de la norma. Bueno, hay autores y artistas que también se
mueven dentro de lo políticamente correcto, pero el arte siempre busca salir.
Busca incomodar, busca dejar cosas en la cabeza del lector, del receptor de la
pieza artística que sea, que lo mueva, que le generen nuevas ideas,
sensaciones, sentimientos. Yo no creo que uno deba escribir algo pensando en lo
políticamente correcto. Eso debe ser la menor de las preocupaciones. El artista
debe pensar en la solidez de su obra, en la verosimilitud de su historia, en la
dimensión humana de estos personajes. Todo eso es muy importante. La
preocupación sobre lo que piensen los demás no debe estar acompañando el
proceso de la creación.
No es normalizarlo.
Si un personaje es machista, está creando una duda en el lector sobre por qué
este personaje es machista. Está creando, de pronto, una mirada en el lector
que puede ser de condena o de desaprobación de la actitud de ese personaje.
¿Qué tal, como señaló
Triunfo Arciniegas, que no se pudiera escribir una obra tan incómoda como Lolita?
Lolita es una historia de un hombre mayor con una niña. Es una historia
de amor entre un adulto y una niña de 12 o 13 años. Esa obra, por supuesto, es
polémica y es un tema que, hoy día, sería un escándalo tremendo. Pero se hizo
pensando en la solidez de su historia, en la intensidad emocional de su
historia. Las interpretaciones son las que uno quiera darle. Pero eso no
significa que él haya hecho una normalización de la relación adulto-niño. Él no
la normalizó, la mostró en su novela y eso genera reacciones. Una obra que
muestra cosas no las está normalizando; al contrario, las está cuestionando.
«Uno
escribe como se le da la gana»: Triunfo Arciniegas
Yo creo que de
ninguna manera uno debe ceñirse a ninguna política, a ninguna ley, a ningún
principio; es decir, seguirse a uno mismo y no trabajar para el gusto dominante
o para las condiciones de la época. Así, ha habido grandes errores. Fíjense:
cuando en un estado totalitario les va bien a los escritores o a los artistas
que trabajan para el régimen, pero hacen un arte pobre. Nosotros lo vimos;
miremos el arte soviético en el siglo 20, es una cosa muy pobre, muy miserable.
Y ellos, a su vez, a los artistas verdaderos, como Picasso y los demás, los
llamaban artistas decadentes. Esa es una manera de ver cuando la imposición
viene de afuera y cuando se sirve a una época o a principios de una época que
siempre van cambiando. El artista lo corre claro, pero habrá que esperar a ver
qué pasa con lo que ese artista haga. Yo creo que uno debe expresar las cosas
sin importarle las dificultades o las oposiciones que se presenten, y nunca
escribir porque conviene escribir determinados asuntos o porque determinados
asuntos son rentables. Sí, es decir, no escribir por dinero ni porque conviene
escribir de determinada manera. Uno escribe como se le da la gana. Uno sigue
sus propias convenciones. Además, el arte tiene una cosa y es que viene desde
lo profundo, desde lo más oscuro, que a veces ni uno mismo entiende. Es decir,
las cosas salen así; esas criaturas salen así, oscuras, sangrientas o
luminosas, como sea, y así mismo debe presentarlas, es decir, no acomodarlas
para que sean digamos dignas de ver.
Felicitaciones a los escritores, su punto de vista de cada uno de ellos es genial👏🏻👏🏻
ResponderEliminarSiento que la pregunta de la estudiante no estaba haciendo referencia a lo políticamente correcto, tal vez el escritor lo sintió como un ataque y eso no dejó que viera la pregunta real, que es más como apelando al trabajo de investigación que se podría haber hecho en cuanto al comportamiento y comportamientos de las mujeres en diversos ámbitos y situaciones de la vida, tal vez para escribir un poco más objetivamente. No siempre hay que escudar todo en el arte y ya. La respuesta del escritor estuvo terrible y pudo haber respondido mejor a esa estudiante que está en formación.
ResponderEliminar