La
escultura y la paleta reviven su mundo del arte
Julio 27 de 2018
Así como el uso exagerado de volúmenes es un sello característico
del maestro Botero o la impronta mágica refleja el trabajo de Obregón, el de
Gerardo Cadavid, fotógrafo, pintor y escultor, es la paleta, aquella tabla que
se convierte en el instrumento en el que habitan los colores antes del viaje de
pinceladas rumbo al mundo imaginario del artista.
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Gerardo Cadavid, artista plástico residente en Villavicencio. Fotos: Ferney Ibarra / Agenda Hoy. |
El hallazgo de ese sello se pudo identificar anoche con
la inauguración de ‘Paleta, el misterio del artista’, exposición de pinturas y
esculturas de paletas que abrió sus puertas en la Galería Guayupe de la
Biblioteca Germán Arciniegas de Villavicencio y en la que además Cadavid les
rinde un homenaje a sus colegas del arte plástico y redescubre a una de sus
musas, de carne y hueso, tan artista como él.
“Yo venía de un letargo tanto de la pintura como de la escultura,
y ella me alentó, tiene que trabajar, me dijo, y es tan así que participé en un
concurso departamental, hace dos años, y quedé en el segundo puesto, porque me
incitó. Ella ha sido la loca que me ha subido el ego y me ha tenido trabajando verriondamente.
Aquí hay varias propuestas con cosas de ella,
las aproveché y las canalicé”, explicó el artista.
Pero esa loca amiga a la que se refiere es Diana
Zoraida Hincapie. Ella fue además la curadora de la obra de Cadavid y quien
escribió en una reseña leída esa noche al público que su amigo y artista “engalana
la paleta transformándola en esculturas caprichosas, que narran la alegría de
la música, la tristeza de la muerte, la riqueza de la familia y la nobleza del
corazón”. Y es que el corazón está presente en muchas obras, primero, porque
puso más que el alma, luego, porque su amiga artista, hoy curadora, sufre del
corazón y por un momento ella llegó a pensar en dejar los pinceles.
Ese momento de su vida lo plasmó Cadavid en una de las
esculturas, una paleta vacía, con un amplio agujero en el medio y de pinceles
rotos. “Yo le dije, hay que seguir pintando, y de ahí sale esa obra”, explicó.
Su exposición, compuesta por 48 obras, entre pinturas
(óleo sobre MDF) y esculturas, es también un homenaje a los artistas. “Cada uno
de ellos ve sus óleos en la paleta —explica Cadavid—, observa en ella y
configura muchos colores, y sobre todo muchas figuras, y entonces, a veces, salen cosas que nunca se imaginaron”.
También recuerda a través de una serie de pequeñas
paletas de bronce maleadas en actitud de lucha, con pinceles convertidos en
espadas, que ha habido momentos, incluso todavía, de peleas constantes entre gladiadores
del arte. Es como un grito desesperado de ¡No más!
Los sentimientos más profundos afloran en su obra, como
el nacimiento de su primer nieto, la familia, la muerte y la misma vida en una fusión
agreste, la vanidad de la mujer, el teatro, y hasta esa pasión por el rock con
un homenaje a la que considera la mejor de las bandas, la estadounidense Kiss.
También hay esculturas a la paz, otras convertidas en instrumentos del folclor
llanero y en agradecimiento a quien desde lo público le dio la llave de aquella
galería, pero todo plasmado en paletas o hechas paletas.
Desde que anunciaron la oportunidad que tenía Cadavid de
exponer en la galería Guayupe, el polifacético artista tolimense, pero hijo
adoptivo del llano, empezó a trabajar en sus bocetos, día y noche, en el trabajo y en su casa, aquella
convertida en una especie de museo con objetos invaluables para él y desconocidos
para muchos. Esos trazos a lápiz cuelgan hoy en la mitad de la exposición. Es
un proceso que se materializó en paletas hechas esculturas.
Para darles forma a ellas, pulió, pintó y armó su
trabajo durante varios días, semanas y meses. Utilizó 149 pedazos de metales,
bronce, 500 tornillos y 500 tuercas, 26 trozos de madera, y cuando se quedó sin
material y sin dinero en sus bolsillos, le dio de baja a algunas sillas de su
casa, un sacrificio para revivir el arte que se estancó en un periodo de su
vida y reafirmar su identidad como artista.
Cadavid, con 42 años de búsqueda artística, parece que
finalmente se ha decidido por la escultura, como algunos amigos se lo sugerían desde
hace más de una década. Lo hizo Héctor Ramírez en su momento y ahora lo
recuerda Marlio Ninco, coordinador de la galería:
“Lo conocí haciendo su pinos en la pintura y siempre le
dije que tenía que mejorar muchísimo, pero se dio cuenta que lo de él no era la
pintura. Afortunadamente, cuando uno es un poco inquieto, cuando uno es artista,
fácilmente encuentra que lo que está haciendo no es lo que se quería realizar.
Gerardo ha ido avanzando en su propuesta artística, la ha ido madurando. El
montaje que se hizo, la museografía está basada en el criterio del génesis, en
lo que fue su primera infancia de madurar esta obra”.
La artista Diana Hincapie, por su parte, considera que “ha adquirido la madurez en su creación,
explorando diversos campos, como el erotismo y la escultura en bronce” y que “con
su don fotográfico logra capturar rápidamente la idea, un sentimiento, un instante
y convertirlo en una majestuosa obra de arte”, mientras que Marlio Ninco,
coordinador de la galería, considera que es un primer paso, que le falta
aprender más cosas, como a muchos, “pero
ha logrado conceptualizar muchas ideas, ha logrado conceptualizar imágenes y
mostrar que no siempre lo figurativo es lo que realmente es arte. Es como uno realmente
puede expresar su pensamiento”.
Esa obra, como agrega Hincapié, se materializa en la
paleta donde “el alma del artista se desnuda y da rienda suelta a sus más recónditos
pensamientos, escudriñando lo más profundo de su ser”.
Véala hasta el 25 de agosto en la Galería Guayupe de la
Biblioteca Germán Arciniegas de Villavicencio, con entrada gratuita.
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