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La casa de don ‘Celio Picapiedra’ en Granada (Meta)


Así se construyó la casa de piedra

Agosto 28 de 2018

Juan Carlos Castro es un hombre robusto y bien acomodado, nacido en Bogotá pero radicado en el municipio de Granada, en el departamento del Meta, y quien durante una larga estadía en España aprendió junto con sus dos hermanos el arte de la construcción en piedra, a la que él llama cantería masónica.



Ese arte en el que a punta de cincel y maceta tallan en piedra diferentes tipos de construcciones no es bien pago en Colombia, pero ‘Celio’, como también lo conocen sus amigos, la ha implementado para erigir una capilla y una casa en el municipio de Granada. Esta última está ubicada en la vereda Las Brisas y sus constructores, él y sus dos hermanos, calculan que tiene un peso de 350 toneladas y solo la mano de obra podría ascender a 150 millones de pesos.

La casa tiene dos niveles y está rodeada de cultivos de maíz, aproximadamente siete hectáreas a su alrededor. En aquel lugar, explica el cantero, inicialmente pensaron en construir un castillo medieval, pero uno de sus hermanos viajó a España y vendió parte de la finca. Entonces construyeron una casa.



Las piedras de las esquinas de las ventanas, hacia abajo, son más amarillas y fueron traídas de Sibaté y Bogotá. Por ser piedras de mayor antigüedad son menos porosas y combaten la humedad.  En las esquinas superiores apilaron rocas del municipio de Lejanías (Meta) mientras que en las paredes hay piedras del río Ariari. Celio las llama “bobas”, porque son más fáciles de tallar, menos duras y se utilizan para transformar en superficies planas.

— ¿Y con qué las unen? —pregunto.

—Se unen con cemento y cal, y cosas secretas, como melaza —responde al tiempo que pone su rostro de forma paralela a la pared para señalar que hay una perfecta línea recta en la construcción. ¿Por qué secretas? Porque la argamasa que se prepara es casi la misma argamasa (mezcla) que se estaba preparando cuando montaron el Castillo de San Felipe hace 500 años los españoles.



Explica que la mezcla utilizada en la construcción lleva cemento, cal, jabón de manos y de cocina. Este último, agrega, reactiva un químico del cemento y le da más fortaleza. “Lleva melaza para que haga de la masa un chicle, lleva cal, porque hace lo contrario al cemento, el cemento pasados los 80 años, se desmorona, la cal a los días de haber sido sacada de la montaña tiende a volverse otra vez roca, entonces no permite que se griete ni se dañe ni se derrumbe, esto tiene una duración de 500 a 800 años”, afirma.

El acarreo para traer la piedra desde Bogotá costó un millón de pesos mientras que aquella sacada del Ariari, unos 90 mil. Y así, los costos dependen de la distancia de procedencia de las rocas.



Al interior de la casa, el hombre señala que las piedras planas (lajas) son de San José del Guaviare y al romperlas se abren como libros. También hay rocas macizas y de diferentes clases a lo largo y ancho del arco que conecta la cocina con la sala.

— En este arco me gaste seis meses, totalmente a mano. Para sacar estas medidas hay que romperse la cabeza. Entre esa pared y esa —apunta con su dedo— hay cuatro metros, y entre esa pared y esa otra, alrededor del marco, hay cuatro ochenta.



Desde una mina de carbón en Mesetas el cantero transportó algunas piedras. —Por esta —señala una de tonalidad oscura—, nos tocó pagar un millón de pesos más porque nosotros no sabíamos que un parque nacional no se podía tocar, pero hay minería donde sí se puede.

La piedra hace que la sensación térmica sea mucho menor que las técnicas tradicionales de construcción. “¿Sí siente lo fresco de esta habitación?, es la más fresca de la casa”, señala justo la que colinda con la escalera que lleva a la segunda planta. También hay una pared en ladrillo, porque quiere demostrar esa combinación entre lo que él llama material vivo muerto y material hecho por el ser humano.



Don Celio saca la cabeza por la ventana del pasillo del segundo piso para señalar una serie de tejas rústicas.  Dice que son hechas a mano hace más de 120 años y que las compró en el patrimonial barrio de La Candelaria, en Bogotá. También señala los marcos de las puertas y los ángulos superiores de las paredes. 

“Esta madera tiene más de 100 años, esto es roble, ya no existe, todo esto, incluidas las tejas, es comprado en derribos, y es que la gente no sabe lo que tiene entre sus manos… Por ejemplo, ahorita en San Martin (Meta) está prohibido tumbar cualquier casa en adobe, antes uno iba a comprar las puertas, las ventanas, casi que se las regalaban a uno para que se las llevara. No tenían idea del valor”, agrega.




Luego del recorrido, el hombre da un pequeño golpe a la pared y asegura que la construcción es sismo-resistente, de largos pilotes en sus cimientos y que su casa de piedra, con un pozo de agua en su costado y que parece sacada de una película y puesta en medio una pequeña vereda frutícola, se convertirá en uno de los atractivos turísticos del municipio que lo acogió, su Granada del alma.

Alquiler e información: 3204293350.


Andrés Molano Téllez
Agenda Hoy




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