Agosto 28 de 2018
Hace un año, el
equipo de Agenda Hoy viajó al municipio de Pore, en Casanare, para
conocer la historia de ‘El chino de los mandados’, quizá la canción más famosa
del cantautor llanero Walter Silva. La crónica de aquella travesía fue
publicada en nuestra tercera edición, pero algo quedó en el tintero: una breve
entrevista con el padre del artista.
Walter Silva y su padre Víctor Ramón Silva. Fotos: Óscar Fabián Bernal / Agenda Hoy. |
Se trata de Víctor
Ramón Silva, de 72 años, un hombre bonachón, de esos llaneros de pata al piso.
Vive en Pan de pobre, la casa más famosa del municipio de Pore, aquella que
construyó su hijo y que hoy se ha convertido en casi un centro cultural y
turístico.
Reviva esta
breve entrevista.
¿Cómo describe a su hijo?
Profesionalmente,
un ídolo del pueblo, porque está en la cumbre del joropo, y como persona, muy amable, respetuosa de las cosas de Dios, y eso
hace de su nombre un gran prestigio.
¿Cómo era él de niño?
De niño, era
extrovertido, un correcaminos completo, andaba a las carreras, un poco loco,
como todo niño, pero muy juicioso en la casa, un chino obediente para los mandados,
para cualquier cosa.
¿Qué recuerda del momento en el que
Walter se empieza a interesar por la música?
Al principio yo
no creía tanto en que fuera un gran artista. Me daba mucho fastidio porque se
levantaba con el cuatro en la mano, cante y toque, mucha bulla, y usted sabe
que uno de viejo empieza como alejarse de esas cosas, pero vi el interés cuando
empezó a cantar bien, a echar sus coplas y a estar reunido con la gente.
Participaba en festivales de música llanera, unos muy famosos que hacía José Suárez,
y ahí se fue formando hasta que por fin logró hacer su primer trabajo
discográfico.
¿Cuál fue el día que lo vio más feliz?
Con su primer
trabajo se sintió muy feliz, y luego más feliz, y entre más grababa era más
feliz.
¿Y el más triste?
Casi no hemos
visto en él la tristeza ni algo que lo agobie.
¿La fama le cambia la vida?
A mí me da
felicidad y me enorgullece para mí mismo. Para los demás no cambio en anda, soy
un tipo parejo, no tengo distinciones de ninguna naturaleza ni me entristezco o
enorgullezco. Me da alegría como todo papá, cuando se tiene un hijo con convicciones
bien puestas.
¿Cómo conoció a doña Carmen, la mamá de
Walter?
Yo la conocí dándole
palo a esos chinos en la pata, de profesora, ahí comenzó el romance. Y vienen
mis cuatro hijos.
¿Y usted a qué se dedicaba?
Yo era un tipo
de campo, de labores de la tierra, y eso, tal vez, le encantó a ella.
¿Antes de nacer soñaba con que fuera
niño?
En un matrimonio
lo que Dios da, bendito está, que sea niño o niña.
¿Cuál es la canción que más le gusta de
su hijo?
Por lo regular
todas me gustan, pero hay una muy bonita que se llama… Se me escapa el nombre,
se me escapa, es sobre el olvido… Una que es como ‘La clave para olvidar’.
¿Y por último, hasta cuándo quiera
escuchar a su hijo cantar?
Hasta cuando yo
cierre los ojos, hasta cuando agonice y muera.
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