Así se registró la noticia
Agosto 17 de 2023
El viernes 31 de agosto de 1917, a las 6:30 de la mañana,
se registró en Villavicencio un terremoto que dejó ocho personas muertas, varias
viviendas construidas en adobe quedaron inhabitables, la iglesia sufrió varios daños,
entre ellos el desplome de una pared, y muchos habitantes se vieron obligados a
pasar las noches siguientes en carpas instaladas en potreros.
Fotografía de la iglesia de Villavicencio después del terremoto del 31 de agosto de 1917. |
El padre Luis María Mauricio Dieres Monplaisir, director
del periódico Eco de Oriente, registró los acontecimientos en varios
artículos, el primero fue publicado el domingo dos de septiembre, dos días
después del siniestro, y el segundo, el jueves 6 de septiembre de 1917 bajo el
siguiente titular: La catástrofe – los muertos – las víctimas – caridad
cristiana – lecciones morales – escarmiento.
Agenda Hoy hace la trascripción
de las noticias manteniendo la forma de escritura de la época, sus arcaísmos, y
los signos de puntuación, que en esta época parecerían errores ortográficos:
Septiembre 6 de 1917. Portada del Eco de Oriente de Villavicencio. |
Septiembre 2 de 1917
Terremotos
“El viernes 31 a eso de las 6:30 cuando una parte de la
población empezaba sus faenas y otra ola el santo sacrificio de la misa, un
fuerte terremoto batió sus alas fragorosas por todos los ámbitos, llenando de
pánico y azoramiento a la población de Villavicencio.
“La iglesia que, con el sudor de 8 años consecutivos de
trabajo, había sido tan elegantemente construida quedó reducida a escombros
sepultando bajo sus ruinas a ocho personas, y seis heridos de gravedad; el
palacio episcopal adorno de la población, también quedó reducido a ruinas,
muchos de los edificios cuya construcción era de adobe quedaron inhabitables,
innumerables son también las pérdidas habidas en los almacenes y tiendas.
“El día trascurrió en un continuo ir y venir de las
multitudes y trepidar de las furias subterráneas.
“Hasta las 12 del día de ayer, hora en la que se imprimía
nuestro periódico, la población permanecía incomunicada con Bogotá y demás
poblaciones de Oriente”.
Vista interna de la iglesia de Villavicencio después del terremoto. Foto publicada en el periódico Eco de Oriente. |
Septiembre 6 de 1917
El terremoto en Villavicencio
La catástrofe – los muertos – las víctimas –
caridad cristiana – lecciones morales – escarmiento
“Villavicencio no tuvo la suerte de ser advertida del
peligro que corríamos todos, de que sucediese alguna desgracia en las horas de
la mañana del 31 de agosto del mes pasado.
“Antes, y aterrorizados por los temblores de la noche del
29 al 30, numerosísimas personas se acercaron al Santo tribunal de la
penitencia para al otro día recibir con devoción a su Señor y Criador.
“El viernes pasado, a las 6 de la mañana, casi la mitad
de la iglesia se llenó de mujeres, niñas y niños quienes preparábanse
devotamente a recibir la Santa comunión.
“Comulgaría la mitad de los feligreses reunidos, cuando
principió el terremoto del cual no nos atrevemos a hacer la descripción.
Llenóse el templo de polvo de cal y de ayes! Los sacerdotes y los niños se
hicieron a la sacristía cuyas paredes por bondad y providencia de Dios no
alcanzaron a desplomarse.
“Guardado el Santísimo Copón en el Sagrario; el sacerdote
que oficiaba y por la polvareda de cal no alcanzaba a ver lo que pasaba en el
interior del ya destruido edificio, rezó en voz alta el Señor Mío Jesucristo y
dio la absolución, exigiéndola para sí mismo de otro sacerdote, pues nadie
pensaba salir sano y salvo de aquella hoguera de dolor.
Al fondo se ve el lienzo de pared que se vino al suelo sepultando a siete personas en la iglesia de Villavicencio. |
“Cano por el polvo y todavía revestido de los sagrados
ornamentos, caminando por entre escombros, tropezando con los heridos y
trayendo de la mano a algunas niñas perdidas en medio de tantas zozobras, el
sacerdote se apareció a la puerta de la iglesia dando a conocer la salvación de
los demás padres y de los niños. Ya las hermanas niñas (80) y mujeres habían
salido ilesas, después de haber presenciado el desplome de la pared y de los
arcos que formaban la nave del altar de la Virgen.
“De la iglesia han quedado, pero sí, desniveladas: la
nave central y lateral de San José, cuya estatua permaneció en un sitio, así
como la de los San Luises Gonzaga y de Montfort; las demás vinieron al suelo.
Lo propio pasó en la casa cural. Todas las estatuas de los aposentos de los
Padres estrelláronse contra el entablado quedando firme en un nicho la de San
José colocada en el frente de la capilla de Su Señoría. La del Bto. Luis de
Montfort que protege la entrada del patronato rodó al suelo y quedó intacta.
“Protección visible de aquellos dos santos cuya devoción
quisimos inspirar a los niños y niñas confiados a nuestro cuidado.
“Las únicas partes que por de pronto quedaron firmes eran
las que protegían en la iglesia esas mismas efigies a los pies de las cuales se
encontraban agrupados los niños y las niñas.
“Por haberse separado de sus compañeros, pensando
favorecerse mejor, pereció el niño Gabriel Camacho. Enfin, no es cierto que las
puertas de la iglesia se hubieran cerrado ocasionando pánico y luego muertes
lamentables, pues, por esas mismas puertas salieron cuantos se salvaron del
desastre y que por otra parte, los cadáveres se encontraron a los pies del
camarín del Cristo, cadáveres de personas ancianas, débiles, que no pudieron
correr y hasta se impidieron mutuamente. El niño recibió un ladrillo que le
partió el cráneo casi al pie del altar de Nuestra Señora del Carmen.
El palacio episcopal de Villavicencio no sufrió mayores daños. |
“Hemos publicado ya, la lista de los que murieron
aplastados o asfixiados bajo el peso de varios metros cúbicos de tierra y
adoves que hasta encontrar el número de personas que hicieran falta o se
echaran de menos en sus hogares, valerosamente y animados por la presencia de
las autoridades eclesiásticas y civiles, algunos esforzados fueron removiendo
en los cortos intervalos del sosiego que dejaban los temblores sucesivos.
“Las personas que resultaron heridas a consecuencia del
terremoto del 31 de agosto son las señoras y niñas: Pastora Rey de Lemos,
Rosario Vejarano de Morcillo y Adelaida Gutiérrez, María del Carmen Rey y su
hermanita, Rosa María Rojas, Natividad Gutiérrez y Mercedes Díaz.
“Estas elegidas fueron verdaderas mártires cuyos miembros
resultaron horriblemente despedazados bajo el peso de la ira divina que ellas
mismas, conforme lo manifiestan con evangélica sencillez, se ofrecieron a
recibir, víctimas expiatorias y propiciatorias.
“Es doloroso y satisfactorio a la vez pensar en que no
hubiera sido por las entidades de las R.R.H. Hermanas, los únicos médicos de
cabecera que se compadecieran de ellas, enfermas tan dignas de excitar nuestra
compasión, por pobres y víctimas, hubieran dejado de existir ya, llevando a
doce y más, el número de los muertos. Sí, fueron las hermanas las que
extrajeron las partículas de huesos molidos, cosieron las llagas de las piernas
abiertas de la cintura abajo, las de la cabeza, y siguieron visitando a diario
con drogas y estuches a tan simpáticos pacientes. ¡Honor a ellas!
“No quedó ni una casa de adove sana, todas resultaron
agrietadas, y las que más sufrieron fueron aquellas cuya construcción recia y
firme, ofreciendo más resistencia, no se dejaron mecer al compás de las olas
subterráneas.
“Los daños tanto de la iglesia como de la casa cural
pueden avaluarse en $15.000 oro.
“El temor a nuevos temblores así como la poca seguridad
que presentan hasta su refacción, paredes veteadas y desniveladas, bóvedos
falsos, etc. Obligaron la mayor parte de la población a ranchar en la mitad de
las plazas y potreros.
“El patio del Patronato destinado a las diversiones
privadas de los niños y públicas de la población, sirve por ahora de iglesia
cuyo presbiterio y coro son respectivamente el palco o proscenio y la ramada de
abajo. Esta misma ramada es todo el alojamiento que les quede a los R.R.
Padres.
“Sin desalentarse, estos que han dado pruebas inequívocas
de su espíritu esforzado van a dedicarse no a la reedificación de las ruinas
sino a la restauración de lo que tenga remedio, siquiera para borrar las
huellas desconsoladoras del cataclismo y no parar la vida social de la cual ha
sido centro el edificio que, hasta ayer no más, era el más hermoso de
Villavicencio.
“Dos son las lecciones que nos dejó el cataclismo cuya
reseña hemos querido dar aunque turbado el espíritu y trémula la mano por
tantas novedades.
“Por ahora escudriñaremos la primera de orden espiritual
y es esta:
“El hombre, aunque de buena salud, sin aviso previo puede
recibir de Dios una orden terminante que le ordene comparecer ante su santo
tribunal para allí rendir cuenta de su vida.
“Cada cual luego, puede decir: si la catástrofe no me ha
arrollado, es por la inmensa misericordia que Dios me tiene y como para
avisarme del peligro que corre mi alma sumida en el fango de los vicios. Si
Dios no me ha citado, es porque bondadoso conmigo, quiso que escarmentara.
“Puede ser, que este llamamiento sea el último que
reciban varios de mis lectores, y si no lo oyen quien sabe cuál será su suerte
eterna.
“Sacrilegio sería recibir las lecciones que el
Todopoderoso se dignó dictarnos del 30 de agosto al primero de septiembre,
achacando las desgracias a la devoción o a las hermandades, esta advertencia
que con el alma pavorosa transmitamos al papel no es inútil hacerla pública,
pues solo inconscientemente, o por efecto de la costumbre, hubo quienes lo
dijeran o pensaran. Semejantes injurias a Dios N.S., su mano fuerte e
irresistible podría castigarlas, no llamando a sí a los justos, en el momento
de su unión con Él, sí, a otros menos preparados y en la celebración de orgías
o reuniones que son de las que se acostumbran en la antesala del paraíso, mucho
menos en la presencia del juez que todo lo ve y cuyo fallo sin apelación no
admite más tramitación que la confesión de parte a la cual nos obliga su
sabiduría e ilimitado derecho sobre su criatura.
“Horroriza solo el pensarlo y sin embargo es preciso
decirlo para el escarmiento de todos: el terremoto que produjo los efectos de
una verdadera misión ¿logrará el que cese la mala vida que llevan tantos?... y
en público! Ya que los mismos niños se dan cuenta de ello.
“¿Escarmentarán y pedirán perdón a Dios aquellos quienes
aprovecharon el primer temblor del 29 por la noche, recorrer las calles de la
población, mofándose y escandalizándose?
“Son un puñado, son contadísimos, no lo niego, pero, una
gota basta para llenar la medida y hacer que la ira de Dios se lance sobre sus
criaturas rebeldes.
“A quienes quiere, Dios castiga. Por lo tanto, Dios nos
quiere pues nos permitió que nos llegara el aviso que recibieron las demás
poblaciones, Dios nos quiere, pero, ay del que no sabe corresponder al amor
divino!”
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