Por un periodismo ético, sin estrellitas
Primero de noviembre de 2019
Comprender
el ejercicio periodístico va más allá de la cantidad de receptores; en épocas
de influenciadores y redes sociales, más allá de likes y seguidores,
ahora donde la viralidad de contenido, comúnmente carente de calidad y
relevancia, le otorga “fama” a cualquier ser humano por más pendejo que sea, es
responsabilidad personal el cuestionar tal accionar, pero, sobre todo, frenar
la decadencia de tan loable profesión.
Foto-ilustración Pixabay. |
Vergonzosamente
muchos vimos rondar una discusión entre dos periodistas de la región, donde medían
su “importancia profesional” según sus seguidores, dejando a un lado la razón
más importante de su ejercicio, comunicar imparcialmente y mantener la
objetividad; si bien es cierto, somos seres emocionales y tenemos apreciaciones
personalísimas basadas en nuestras vivencias y entorno de crianza, estos no
deben permear el accionar informativo, ya que el mismo se vería sesgado y
perdería por completo su credibilidad. He ahí la gran falla existente en lo que
conocemos como periodismo vendido.
La ética
profesional no puede tirarse a la basura por simples ganas de figurar, la
imparcialidad, veracidad y humanidad deben prevalecer al momento de comunicar,
además de estar profundamente ligadas a la responsabilidad, esa que otorga la
capacidad de reconocer y redimir errores, y que por obvias razones no le da
cabida al ego.
Tras 20
años del asesinato de Jaime Garzón, aún cuesta comprender la magnitud de los
procesos comunicativos, todavía no comprenden que el cuarto poder tiene la
posibilidad de crear la opinión pública y dando así paso a una corriente
generalizada, por tal motivo, nuestra responsabilidad reposa en regular o
limitar la expansión de “noticias” irrelevantes y vacías que rayan en lo
absurdo. Exijamos periodismo de calidad, y censuremos socialmente a quienes
difunden —no aplica decir comunicar— estupideces.
Hoy
lamentamos la muerte del profesor Alfredo Molano, periodista y sociólogo, cuyas
palabras calaron en los sentires y anhelos de un pueblo cuya historia ha sido
escrita con sangre. Confío en que su legado se multiplique y que las aulas sean
semilleros de conciencia, que inviten al debate, a la crítica, pero sobre todo,
y en honor a su memoria, a la construcción de una ciudadanía libre, soberana,
equitativa e incluyente, en la cual se hable el lenguaje de la paz. Que todas
sus tesis, escritas con pasión, dedicación y compromiso sean aprendidas y
aprehendidas por la comunidad y sobre todo por sus colegas.
Luisa Rodríguez
Especial para Agenda Hoy
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