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Pastor cristiano, el jefe de cocina de la escuela El Gran Chef de Villavicencio


La historia bendita de un chef

Diciembre 2 de 2019

La única alternativa laboral que encontró siendo apenas un adolescente fue dedicarse a lavar ollas y papas en un restaurante en Cartagena, sin imaginarse que varios años después se convertiría en el chef director de una escuela de gastronomía a cientos de kilómetros de las barriadas que lo vieron crecer.

Wilfredo Nieves. Foto: Óscar Bernal.


La vida de Wilfredo Nieves Marín se mecía como una balsa arrastrada por las olas del Caribe: se formó como bachiller industrial del Colegio Inem, cursó a medias algunos ciclos de metalmecánica y electricidad, antes de inclinarse por la cocina. Contra todos los pronósticos, viento y marea, el joven Nieves no se hastió del trabajo en aquel restaurante mexicano al que había llegado recomendado por una de sus tías, pero, en cambio, fijó su norte en la gastronomía.

«Esa lavadera de papas iba a ser el impulso para decir: me voy a quedar ahora estudiando cocina. Así fue que me presenté al Sena, estudiaba y trabajaba. Me gradué como el mejor de mi promoción y no tardaron en llegar las ofertas laborales», recuerda Wilfredo, quien entonces pasó de ser empleado raso de pequeñas tiendas de venta de jugos y empanadas, a convertirse en auxiliar de cocina y chef de hoteles cinco estrellas.

Wilfredo Nieves, chef director de la Escuela de Alta Cocina El Gran Chef, en Villavicencio. Foto: Óscar Bernal.


Pero los vaivenes de su vida no paraban. Se dejó seducir después por las palabras del cristianismo y se unió al Ministerio Apostólico por la Fe. Se hizo pastor; era entonces un eclesiástico con fieles a su cargo, pero quizá la rebeldía de la juventud o la madurez de una vida acelerada, ya casado, decidió hacerse a un lado y retirarse de la comunidad.

«De pronto —confiesa con ese acento del Caribe que sigue intacto tras varios años de ausencia— salí por inmadurez y por cosas que no compartía en mis creencias. Renuncié formalmente e inicié con mi esposa a organizar grupos en un nuevo lugar, de manera independiente». Y el lugar al cual se refiere es Villavicencio. Llegó hace ocho años para cumplir una nmisión: crear una iglesia cristiana sin abandonar su pasión por la gastronomía.

Su misión está cerca. Explica que ya tiene un terreno para construir la casa de su “congregación para el beneficio de las personas”, mientras que su otra meta ya la hizo realidad. Wilfredo es el chef director de la Escuela Alta Gastronomía El Gran Chef, en Villavicencio.

—¿Cómo llegó a ser director de la Escuela? —le pregunto, y entonces lanza una pequeña reseña:

—Yo trabajaba en el Hotel del Llano y tenía a cargo algunos practicantes de El Gran Chef. A través de ellos conocí a la dueña, le hablaban sobre mi trabajo, y ella me dio la oportunidad de dar una clase de cocina insular. Les gustó la clase, y me propuso que, al salir del hotel, dictara unas clases de un diplomado básico en cocina. Después del trabajo comencé en la noche, me gustó mucho la enseñanza y me quedé. Fui profesor durante ocho semestres y actualmente llevo tres como chef director de la Escuela.
Haciendo remembranza, Wilfredo admite que al llegar a Villavicencio no tenía mucho conocimiento sobre la gastronomía colombiana, lo que lo hizo reflexionar acerca de la importancia de incentivar las tradiciones culinarias locales. «Nos interesa más lo que preparan afuera que lo que hacemos adentro, cuando aquí podemos hacer cosas mayores», es consciente.

—¿Una meta cercana?

—Proyectar estas tierras hacia un turismo gastronómico, es lo necesita la región y lo que le dará el sostenimiento. No necesitará de los pozos petroleros.

—¿Cómo lograrlo?

—Primero, hay que reunir la mayor cantidad de empresarios del sector, cocineros y todos los responsables del área de la gastronomía, y capacitarlos. Si estamos pensando en un proyecto gastronómico sostenible tenemos que comenzar a preparar al gremio, que es el que recibe a los turistas, porque de lo contrario —concluye— sería echar todo en saco roto.


Gabriela Gordillo
Agenda Hoy



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