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Estéticas del dominio: cuando el arte incomoda y politiza en Villavicencio

 

El llano que no se ve

 

Julio 23 de 2025

El pasado 17 de julio, se inauguró en la sala Guayupe de la Biblioteca Germán Arciniegas de Villavicencio la muestra bipersonal «Estéticas del dominio», con 36 obras en óleo sobre tela y acrílico sobre lienzo, de los artistas villavicenses Mauro Gutiérrez-Díaz y Diego Guti, la cual estará abierta al público hasta el 4 de agosto con entrada libre (ver video).

Estéticas del dominio, con obras de Diego Guti y Mauro Gutiérrez. Fotos: Óscar Fabián Bernal / Agenda Hoy

Esta propuesta —anclada en el arte conceptual contemporáneo— se instala como una intervención crítica sobre el territorio, la memoria, el poder y la representación. La muestra conjuga la estética con una densidad política pocas veces vista en la región, y al hacerlo, convierte a Villavicencio en epicentro de una discusión que trasciende lo local, tanto así que vuelve a tomar fuerza el debate sobre la representación hegemónica de la llaneridad y sobre la interpretación de «ser llanero».



A diferencia del arte figurativo tradicional —predominante en la ciudad y a menudo centrado en imágenes bucólicas del paisaje llanero— Estéticas del dominio introduce una narrativa disruptiva. En su obra, Diego Guti yuxtapone marcas globales como Coca-Cola, Louis Vuitton, Victoria Secret, Tiktok, Perrier con figuras marginales: vendedores informales, recicladores, chanceros, mensajeros, cultivadores de plátano y maíz.

Las escenas plantean una tensión visual y conceptual que desnuda la lógica del consumo y la exclusión social. «Más que una crítica al consumo es una crítica a cómo hemos vuelto invisibles a estas personas», explicó Guti. Su formación en academias en Estados Unidos y Colombia, además de una maestría en Estudios Culturales Latinoamericanos, ha sido clave en su tránsito desde lo estético hacia una praxis crítica. «El arte ya no es ejecución técnica, sino pensamiento. La pintura es apenas el canal», apunta.



Por ejemplo, en una de sus obras, un vendedor de tinto —figura cotidiana en las calles colombianas— prepara bebidas frente al logo de Starbucks, a manera de sobreposición, lo que plantea una crítica al modo en que las economías populares han sido marginadas, incluso cuando ofrecen servicios análogos a los de las grandes franquicias. El carrito de tinto, abarrotado de productos diversos, es un espacio de subsistencia y resistencia, un «Starbucks criollo» sin marca registrada. Para el artista, otra situación que llama la atención es que cientos de personas publican a diario su visita a este tipo de cadenas, pero ignoran al vendedor informal que termina convertido en parte del paisaje.



Por su parte, Mauro Gutiérrez-Díaz construye un lenguaje visual donde se cruzan el indigenismo, el colonialismo, el poder mediático y la violencia estructural encarnada en los pueblos originarios, una obra sostenida bajo cuatro pilares: visibilización, justicia, respeto y memoria.

En sus pinturas, en óleo sobre tela, figuras indígenas de distintas etnias aparecen superpuestas a portadas de revistas de medios de comunicación hegemónicos investidas con símbolos del poder estatal. La propuesta, enmarcada en un realismo pictórico, es un llamado al hoy: «No se trata de una evocación romántica del pasado indígena, sino de mostrar cómo esas comunidades siguen siendo desplazadas, ignoradas y marginadas en la actualidad». Su trabajo con comunidades sikuani del Meta y Arauca, le permitió aproximarse desde la vivencia directa al colonialismo contemporáneo.

Diego Guti (izq.) y Mauro Gutiérrez (der.), autores de la muestra bipersonal "Estéticas del dominio".

Su obra, en la que aparecen rostros indígenas de América del Sur y del Norte, busca internacionalizar el mensaje sin perder su anclaje local. Es así como explica que la belleza de los pueblos convive con el abandono, con la violencia estructural, con el colonialismo, ese que ayer fue «impuesto con cruz y sable» y hoy se disfraza «de asistencia, de intervención petrolera, de políticas erráticas, que buscan moldear a los pueblos originarios según lógicas ajenas».

Esa lucha política desde el arte impulsó también al artista a trabajar en un cortometraje inspirado en la masacre de La Rubiera en Arauca, que está en proceso de preproducción, como parte de su interés por visibilizar hechos silenciados del conflicto en los Llanos.



En palabras del gestor cultural Héctor Ramírez, esta muestra bipersonal «no es de contemplación pasiva, sino de diálogo; no es la estética decorativa, sino la ruptura del equilibrio del espectador». Ramírez, quien ha sido figura clave en la curaduría de las obras que se exponen en la sala Guayupe, señala que «Estéticas del dominio» es un ejercicio de pensamiento visual que desafía la lógica empírica y decorativa que ha caracterizado históricamente a la producción plástica de Villavicencio. «Aquí pasamos del arte como ejercicio de representación al arte como ejercicio de pensamiento», afirmó, insistiendo en que la obra interpela, sacude, desequilibra. (Ver galería).


La exposición, que por primera vez presenta de manera conjunta a los hermanos artistas en su ciudad natal, se erige como un gesto de retorno, pero también de disputa simbólica. «Yo soy llanero —dice Guti—, pero no sé montar a caballo. El llano también es ciudad, desigualdad, informalidad, calle. Ser llanero hoy es algo en disputa, y el arte puede abrir ese debate». Esta afirmación, lejos de una provocación superficial, encarna una invitación a pensar el territorio más allá del cliché. En su obra, la llaneridad es vista como un campo abierto a resignificaciones, donde la memoria rural convive (y colisiona) con los flujos del capitalismo global.



«Durante décadas, y en gran parte como producto de las políticas culturales y estatales, el concepto de ser llanero ha sido edificado sobre esa matriz romántica y costumbrista, una matriz que asocia la llaneridad casi exclusivamente con el joropo, coleo, finca, caballo y amanecer. Es decir, una escenografía rural idealizada y repetida, que termina siendo reduccionista», dijo Guti, durante la inauguración de la muestra. (ver video)



De igual Manera, Mauro Gutiérrez reafirma que la llaneridad «ha sido contada muchas veces con arpa, ganado y atardecer de fondo, una estética repetida, bella y cierta, pero incompleta, porque el llano no solo es paisaje, también es cuerpo, historia, es herida». Además, explica que su obra busca visibilizar aquello que el Estado y la historia oficial han preferido ignorar. Plantea resistencia, porque aquí, la llaneridad también se revela: «no es solo el joropo y la vaquería, es también lo urbano, lo mestizo, lo indígena, lo histórico, es la memoria del conflicto armado, del despojo territorial, del racismo estructural, es el eco de voces, como la de Guadalupe Salcedo, insurgente llanero que creyó en la paz y fue asesinado por ella.



Aunque no planearon trabajar juntos, Diego y Mauro —hermanos, cómplices, y colaboradores desde la infancia— presentan obras que dialogan por afinidad conceptual. «Nos influenciamos todo el tiempo», afirma Guti. Sus trayectorias individuales han sido nutridas por sus experiencias internacionales: exposiciones en plataformas como Art Miami, Galería Duque Arango en Medellín, Museo Colonial y La Mancha en Bogotá o Jackie Futch en Houston, así como en talleres en Bogotá, Madrid y Barcelona. Sin embargo, esta muestra en Villavicencio no es solo un gesto de reconocimiento a sus raíces, sino una apuesta política: «estar acá es un acto de gratitud con la ciudad, con sus historias y con su gente», señaló Mauro. Además, es la primera vez que presentan la obra en formato dual.



La curatoría no se limita al impacto visual: cada obra ha sido investigada y pensada con rigor académico. Como explicó Mauro, cada cuadro nace de un proceso de exploración, entrevistas, viajes, y análisis iconográfico. «Nosotros no tenemos seguidores ni micrófonos ni tribunas políticas. Nuestra trinchera es el lienzo», sostuvo en una rueda de prensa previo a la inauguración. La producción artística, en ese sentido, se entiende como una forma de intervención intelectual y emocional.



Más allá de lo estético y lo político, la muestra también propone una reflexión sobre la economía del arte. Las obras están a la venta, con fichas técnicas y precios disponibles, pero el discurso comercial no diluye la carga política del proyecto. «El arte se puede vender sin volverse decorativo ni perder su postura crítica», puntualizó Ramírez, quien también es coleccionista y dealer de arte. A su juicio, el problema no es la venta, sino la ausencia de concepto: «Una flor puede ser bella, pero si no hay pensamiento detrás, es solo decoración».

Ambos artistas, Mauro y Guti, concuerdan en que hay una línea clara entre hacer arte y hacer objetos de ornamento. En ese sentido, «Estéticas del dominio» se convierte también en una lección de profesionalización para el arte regional. «Hay pintores, artistas y maestros», dice Ramírez. «Lo que los distingue es el pensamiento. El arte necesita salir del romanticismo folclórico si quiere volverse universal», agrega.

La obra conjunta también viajará próximamente a Barcelona y Madrid, posicionando la mirada crítica del arte llanero en escenarios internacionales.



«Estéticas del dominio» estará abierta al público hasta el 4 de agosto. Durante ese tiempo, colegios, universidades y ciudadanos podrán recorrer una sala que se convierte en un espacio de pensamiento. «Uno aprende por desequilibrio», afirma Ramírez. Y ese es el corazón del proyecto: incomodar al espectador, interpelarlo, forzarlo a pensar.

Más que una exposición, esta muestra es una urgencia. Un llamado a mirar el llano con ojos críticos, desde el arte contemporáneo. Porque el dominio no solo se representa: también se resiste. También se pinta. También se piensa.



Andrés Molano Téllez
Agenda Hoy
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