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Jaime Fernández Molano, el hombre que se mece entre la crónica y la ficción

 «Escribo para no matar»

Noviembre 7 de 2025

En la sala Guayupe de la Biblioteca Germán Arciniegas, en Villavicencio, las sillas se llenaron el jueves 6 de noviembre a la hora del encuentro. El público —lectores, colegas, alumnos, viejos amigos— esperaba al hombre que, después de más de una década sin presentar un libro en su propia ciudad, lo hacía ahora para celebrar la tercera edición de El hombre que se mece (Entreletras), que reúne 17 historias mínimas de no ficción y 21 de minificción.

Jaime Fernández Molano, director de Entreletras, presentó la tercera edición de su libro El hombre que se mece. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo.

El escritor, editor y periodista Jaime Fernández Molano, director de la Corporación Cultural Entreletras, se sentó frente al auditorio con la serenidad de quien ha pasado media vida entre letras. «He presentado libros en muchos lugares, pero en Villavicencio hacía 13 años que no lo hacía. Es increíble, pero aquí está mi casa, mis amigos, mi familia, mis amores», dijo, conmovido. Era, más que un lanzamiento, una especie de reencuentro íntimo con la ciudad y departamento que inspira buena parte de su literatura.

El evento, organizado en formato de conversatorio, reunió al autor con el escritor Nayib Camacho, director del taller de escritores Entreletras, y la profesora Cilia Yael Gálvez, quienes han acompañado y estudiado su obra desde hace años.

Nayib Camacho, escritor; Jaime Fernández Molano, autor de El hombre que se mece; y Cilia Yael Gálvez, profesora, durante el lanzamiento del libro. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo.


Fue Gálvez quien abrió la conversación al destacar los múltiples registros de la escritura de Fernández Molano. «En El hombre que se mece encontramos humor, tragedia, violencia y cotidianidad. Hay personajes muy familiares en el contexto de los Llanos Orientales, y Jaime los trata con una maestría, con el talento y también con el conocimiento de la lengua que lo caracteriza».

Esa observación dio pie a que el autor se refiriera al oficio de contar: «El problema es que muchos se quedan en chistes, en  la anécdota. Son buenísimos para contar cosas, pero no las elaboran. De eso se trata la literatura: trascender el chiste, convertirlo en una obra».

Fernández Molano —que se mueve con naturalidad entre el periodismo y la ficción— habló de ese espacio intermedio donde ambos mundos se rozan. «La literatura de ficción es mentira, pero debe estar tan bien escrita que no haya duda absoluta de que es verdad. Y el periodismo literario hace lo contrario: toma algo real y lo eleva al arte». En esa afirmación se resume, tal vez, su forma de mirar el oficio: el escritor como un transformador de la realidad, un artesano que rescata de lo cotidiano un sentido más profundo.

El lanzamiento de la tercer edición de El hombre que se mece se realizó en la sala Guayupe de la Biblioteca Germán Arciniegas de Villavicencio. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo.


La conversación fue avanzando hacia los temas más personales de su escritura. Fernández Molano recordó que en muchos de sus cuentos conviven la ternura y la violencia, dos fuerzas que atraviesan la vida en los Llanos. «Yo escribo para no matar», confesó entre risas y silencios. «Cuando quiero hacer algo en contra, cuando estoy desesperado, le doy vuelta al personaje y lo escribo».

Esa mezcla de impulsos vitales y literarios explica el tono de sus relatos: historias breves, a veces ásperas, otras llenas de ironía, donde lo humano se muestra en toda su contradicción. Para Nayib Camacho, ese es precisamente el mérito de El hombre que se mece: «Estamos ante una obra que ha ido quedando en la historia. Lo significativo de este acto es que hay una expresión de amor, de amistad y de familia; la literatura es la más humana de las conexiones». Camacho subrayó también la capacidad del autor para convertir lo anecdótico en una narración con densidad estética: Ahí está la médula del libro: en la posibilidad de transformar una historia común en algo digno de ser contado.

El autor leyó algunos textos del libro. Foto: Óscar Fabián Bernal.


Para Cilia Yael Gálvez, el universo narrativo del autor también interpela a quien lo lee. «Considero que uno se siente casi como un detective. Uno no sabe con qué le va a resultar al final el narrador. Empieza la historia, el final sorprende, pero a la vez es un golpe fuerte, que es difícil de procesar. Entonces, ¿queremos reflexionar, divertirnos, entretenernos o qué es lo que se pretende con el lector?», preguntó.

Fernández Molano, entre risas, respondió: «Joderlos». Una provocación literaria que, más que un gesto de irreverencia, revela su confianza en la inteligencia del público y en la capacidad de la literatura para incomodar.

El hombre que se mece, de Jaime Fernández Molano, fue publicado por la editorial Entreletras. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo.


Esta tercera edición de El hombre que se mece llega luego de casi veinte años de circulación y lectura. Fernández Molano la considera un proceso vivo: «Uno se da cuenta de lo pequeño que es cada vez más. No está terminado nunca. Si hay una tercera o una cuarta edición, hay que seguir mejorando. La obra es inacabada, como nosotros».

El libro también ha cambiado visualmente. Si la segunda edición llevaba en su portada un autorretrato de Pablo Picasso, la tercera se acompaña de una pintura expresionista del artista español Juan Carlos López Davis. «No busco coherencia entre una y otra —explicó el autor—, simplemente siento cuando una imagen me habla. Esta me impactó: vi al hombre sentado y supe que ese era el rostro del libro».

En el cierre del conversatorio, una docente tomó la palabra y relató que, desde hace tres años, trabaja con sus estudiantes los cuentos de Fernández Molano en el aula. Contó que, al leer Blanco perfecto —uno de los relatos del libro que narra cómo los paramilitares asesinan a un vendedor de paletas durante un juego de tiro al blanco—, sus alumnos terminaban la lectura sin inmutarse, sin que ocurriera nada en ellos. «Hay una muerte total, nos falta la empatía social porque están tan acostumbrados y habituados en la región a estas historias que se volvieron cotidianas y que ya no nos impactan. Entonces, ¿cómo rescatar el sentimiento colectivo? Lo logré a través de este trabajo que estamos realizando desde el 2021 con El hombre que se mece, y que está ahí sentado», dijo señalando al autor. A reglón seguido, agregó, un niño me preguntó: «¿cierto que esos cuentos son más bien como fábulas, pero sin moraleja».

El libro está dividido en dos partes, crónica breve y literatura, y un epílogo. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo.


A su turno, otro asistente le preguntó quién era, en realidad, ese hombre que se mece. Fernández Molano respondió sin vacilar: «Es uno de los espejos. Muchos se mecen y pueden ser asesinos, pero están tranquilos. Es el ciclo de la aparente calma, cuando uno se mece pero lleva una carga enorme, como pasa en esta tierra de impunidad».

En esa frase —breve, contundente— parece condensarse todo el sentido de su libro: el vaivén de la vida y la violencia, el equilibrio frágil de un país que intenta seguir moviéndose pese a sus heridas.

El autor firmó varios de sus libros. Aquí, con su amigo y fotógrafo Constantino Castelblanco. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo.


El encuentro terminó como empezó: con aplausos y afecto. Atrás del auditorio, sobre una mesa, los ejemplares recién salidos de imprenta esperaban las firmas del autor. «Hoy está en treinta mil pesos —anunció entre risas—, y además viene con copa de vino».

Pero más allá del brindis, lo que quedó flotando en el aire fue la certeza de que El hombre que se mece no es solo un libro: es la representación de un modo de mirar y de narrar el Llano. De escribir desde la fragilidad humana, desde ese punto exacto en que el dolor se convierte en palabra.

Jaime Fernández Molano, que lleva más de cuarenta años entre la gestión cultural, el periodismo y la literatura, reafirmó con esta edición que la escritura sigue siendo, para él, una forma de resistir. De no quedarse quieto, aunque se meza.

 

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