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La abuela de Caño Cristales

Una de las historias ocultas en medio de la Sierra de la Macarena, en el Meta

Enero 13 de 2018

María Esther Martínez tiene 85 años y más de la mitad de su vida la ha pasado en medio de Caño Cristales, en la Sierra de La Macarena (Meta). Su casa, un rancho construido en madera, es el único que colinda con el llamado río más bello del mundo. Es una privilegiada.

María Esther Martínez, de 85 años, vive a tan solo unos metros de Caño Cristales, en La Macarena (Meta).


Llegó allí hace unos 46 años, procedente de Campo Hermoso (Boyacá), donde se dedicaba junto con su primer esposo a cultivar yuca, maíz y plátano. Y según recuerda, en su pueblo natal le sugirieron vender su finca para comprar en La Macarena. “Allá se da mucho la cementera”, le decían, en ese entonces.

Según su relato, por su predio pagó unos 20 millones de pesos y encimó cinco vacas. Afirma que sus terrenos no están medidos, pero en un documento que dice tener calcula 300 hectáreas, que van desde el nacimiento de Caño Cajuche hasta  puente de piedra, nombre de una formación rocosa que se aprecia por el sendero que conduce a Caño Cristales y que colinda con el paso ganadero, una vía construida por la guerrilla de las Farc en tiempos de guerra.

“Cuando  compramos esto, eran solo montañas, rastrojos, se veía feo, hoy ya se ve otro cambio mejor, gracias a que tenemos salud para tumbar monte y sembrar”, cuenta con orgullo.

En esta estufa, doña Esther prepara los almuerzos que vende a algunos turistas.


A La Macarena llegó con su primer esposo y cuatro hijos y se dedicaron a cultivar la tierra. “Aquí sacábamos gajos de yuca que pesaban cuatro arrobas”, recuerda doña Esther, como la conocen los guías que llegan con decenas de turistas a su rancho. Allí les ofrece bebidas gaseosas y cervezas que enfría en una nevera que se alimenta con paneles solares que guindan de los techos. También, ofrece almuerzos que prepara en una estufa de barro y vive de lo que producen las tres vacas que le quedan.
En algunas oportunidades hace las veces de guía de turismo, habla del antes y el después de la guerrilla.  Asegura no haber sentido miedo. “El que no debe no teme. Temerán los que deben, ni nadie nos hace daño, ni nadie nos mira mal, porque no debe uno nada, ellos eran una gente como cualquiera de nosotros, ellos llegaban y pedían, tomaban, mandaban a hacer almuerzo, yo les hacía, como a cualquier otro, pero no nos quitaban nada”, confiesa.

Por el contrario, afirma que antes de que las Farc tomaran el poder en esa zona, los robos eran frecuentes, incluso, se llegaron a robar varias cabezas de ganado que tenía en aquella época.

“Pero, el ladronicio se acabó con la llegada de esa gente (guerrilla). Todo se podía dejar en la casa y nadie decía nada, nadie se llevaba nada, porque esa gente sí era delicada para el ladrón (risas), ahí, mijito, ellos como no tenían cárceles, eso sí, al que llegaban a pillar con la mano en la masa, venga pa’ca, y uno decía, porque matarían a ese señor, porque ya debía algo, eso ya iba en lista, señor, ¡já!, y después de que ya esa gente dentró,  uno dejaba en su casa lo que dejaba, como dejaba, así lo encontraba, porque nadie decía voy a robarme algo. Sí, señor, eso le agradezco a esa gente”.

Doña Esther enviudó de su segundo marido hace unos tres años. Y se cree que su esposo David, quien murió por alto grado de colesterol, y su hijo  Pablo, tuvieron que ver con la muerte de Melquisedec Fernández Molano o Melco, a secas, conocido en la zona como ‘El guardián de La Macarena’, por ser un defensor acérrimo de todo el ecosistema.
Ese discurso hace parte del repertorio de Andrés Navarro Yate, un joven macarenense especialista en guianza turística y quien llegó a casa de Esther con un grupo de turistas.

Esta es la casa de doña Esther, a solo unos metros de Caño Cristales, en La Macarena (Meta).


“Melco, explica, luego de salir con el grupo hacia uno de los atractivos de Caño Cristales, era de una familia de biólogos que vivían en la parte alta, provenientes de Boyacá, que por crecientes súbitas del caño perdieron muchas pertenencias, y decidieron volver hasta donde don David. Él les prestó unas tierras para que sobrevivieran, y Melco las compró para seguir viviendo en esta zona. Hubo una disputa entre zona, realmente por el turismo y con las Farc, ya que esa vía, como tal, era un corredor vial para transportar sus mercancías, y Melco, como cuidaba mucho la naturaleza, entró en conflicto con ellos, por hacer resistencia sobre la naturaleza”.

 “Presuntamente, agrega, fue  por la disputa de tierras. Se pensó que don David y Pablo, su hijo, asesinaron a don Melco. Don David murió, pero el hijo sigue viviendo, pagaron dos años de cárcel”, explica, mientras agiliza el paso.

A unos metros de la casa de doña Esther, paradójicamente, está el lugar conocido como Carol Cristal, donde hay una pequeña caída de agua y sus plantas acuáticas le dan una tonalidad roja y amarilla. El lugar fue bautizado por Melco, por ser el sitio de nacimiento de su hija Carolina Cristal. Según el relato del joven guía, su esposa visitaba el hermoso lugar todas las tardes, contemplaba sus amaneceres y atardeceres, y en esos ires y venires le dieron allí los dolores de parto. Ya han pasado unas 22 primaveras desde entonces.

Lugar conocido como Carol Cristal, donde nació la hija de Melco.


El lugar, según había recordado doña Esther, minutos antes, era mucho más bello. “Todas esas rocas tenían unos musgos tan hermosos, que parecían canastillas y se movían con el viento. Era mucha belleza, pero ahora está acabado”, afirmó. Dice, además, que a veces sube mucha gente del pueblo, en motos, las dejan frente a su rancho y bajan. “A qué se devuelven, pa’l caño a bañarse y a hacer de sus rayes. Eso es así. Uno no les puede decir nada, porque lo cogen entre ojos a uno”.

Mientras el guía lidera el descenso al pueblo, la octogenaria abuela de Caño Cristales vuelva a quedar sola en medio de un paraíso natural, con historias y verdades que se ocultan entre la Sierra de La Macarena, en el departamento del Meta. 


Andrés Molano Téllez
Director Agenda Hoy


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