Constantino
Castelblanco: asombro del infinito
Mayo 2 de 2018
El escritor Jaime Fernández Molano
hace una semblanza de la obra de Constantino Castelblanco, el fotógrafo más
grande de los llanos.
Luis Buñuel —el grande del séptimo arte—
recuerda en su libro autobiográfico, una anécdota inolvidable. Filmaba una de
sus producciones en un escenario montado al aire libre. Se había construido
para ello un gran bastidor con un paisaje pintado de fondo que el escenógrafo
había dispuesto según las exigencias del director.
En el preciso instante de iniciar la toma,
Buñuel ordenó el viraje de la cámara, para enfocar un majestuoso paisaje natural
que de repente había resplandecido ante sus ojos. La toma del telón pintado se
ignoró. Nunca se filmó. Ese era Buñuel. Y esa, una de tantas anécdotas que han
sucedido en la historia del arte.
Cuando recuerdo ese episodio, pienso que el
fondo del asunto tiene mucho que ver con la vida y la obra nuestro artista
Constantino Castelblanco, quien
durante la mayor parte de su existencia estuvo sumido en las cuatro paredes
frías y obscuras de la gran urbe, como encerrado en el escenario acartonado y
falso de la toma de Buñuel.
Pero el espíritu del artista que habitaba en el cuerpo de un sociólogo, lo llevo al viraje de los ciento ochenta grados. Lo deslumbró la perspectiva inesperada de un territorio que embruja, que extasía, entre sueños multicolores anteriores al hombre. Sin escenas fingidas, sin telones de fondo.
Imagen de trabajo de llano, por Constantino Castelblanco. |
Pero el espíritu del artista que habitaba en el cuerpo de un sociólogo, lo llevo al viraje de los ciento ochenta grados. Lo deslumbró la perspectiva inesperada de un territorio que embruja, que extasía, entre sueños multicolores anteriores al hombre. Sin escenas fingidas, sin telones de fondo.
El hombre de nuestra historia —ya aprehendido
de este trocito de país— comenzó a captar plácidas noches entre cantos y
nostalgias, el brío de potros y muchachas en flor y paisajes que atraviesan
todos los sentidos.
Así, desde que Constantino viró su mirada hacia
“donde la vida nos madruga y hay que salir a galopar hasta alcanzarla” y “donde
la única montaña es uno mismo o su caballo”, concentró toda su atención hacia ese
universo vasto y profundo de sueños y colores que es el Llano. Y ahí el eje de
su primigenia y más conocida obra fotográfica.
Junto con su esposa. |
El llanero cerrero que comparte la
felicidad de dominar entre sus piernas la vida de un potro salvaje mientras
enlaza el brío de su porción de centauro o domina el arisco temperamento de una
res en el corral o en el camino que viaja al ritmo de sus cantos; u otro
asombro: el mundo de las vaquerías náuticas, donde los corrales chapalean y se
extienden por las vertientes del Orinoco, en busca del infinito, mientras los
brazos del llanero se multiplican para alcanzar la orilla agarrado de la
esperanza de unos cachos, son apenas algunos de los cuadros que han sido
inmortalizados en una serie de instantes que trasciende cualquier óptica
normal: la lente de Constantino Castelblanco, el fotógrafo más grande de los
llanos. Y uno de los más importantes de Colombia.
Y es que Constantino se ha inmiscuido, se
ha ‘colado’ tras su lente en el más íntimo instante del despertar de la
alborada, en el colorido aletear de corocoras o en la construcción de formas
insospechadas por el ojo imprevisto del visitante común, que ofrece un riachuelo o unas simples huellas de
ganado. Y algo importante: ha enseñado el manejo de la técnica visual al
servicio de la riqueza estética que nos ofrece la vida de los llanos.
No en vano los premios y reconocimientos
nacionales e internacionales otorgados a este fotógrafo, los innumerables
artículos sobre su obra en importantes publicaciones de aquí y allá; y una
serie de exposiciones en los mejores museos y galerías del país.
Su producción posee dos claras tendencias
temáticas: el hombre y la naturaleza. El elemento natural que connotan, fusiona
en una sola estas dos vertientes, que vienen a sintetizar su propuesta
artística, y en últimas, su concepción como creador.
A través de su lente, el país y el mundo
han podido sentir la tibieza, la fragancia y la inmensidad de una geografía
íntima que habita en los llanos de Colombia.
Fotografía de Constantino Castelblanco. |
Algo fundamental en la obra de Constantino
ha sido la permanente experimentación, la búsqueda de nuevos espacios, de
nuevos territorios, la exploración de otros lenguajes estéticos en medio de ese
mundo sin límites que es para él la fotografía.
Tal vez radica ahí la clave de su genio y
de su permanente crecimiento como artista, porque nunca está completamente
satisfecho. Y siempre tiene algo nuevo qué contar.
Llevados por el magistral ojo de
Constantino, asistimos al viaje de la imagen, hacia un mundo en perpetuo
movimiento que nos ofrece su imaginación.
Jaime Fernádez Molano
Especial para Agenda Hoy
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