Crónica: Una mirada a las carrozas frutícolas de Granada (Meta)
Diciembre 7 de 2018
Con un hilo de
cáñamo en una mano y un grano de mazorca en la otra, Beatriz Parra está acurrucada en una esquina de lo que parece ser un taller de mecánica. Teje con gran
esfuerzo una larga cadena de maíz que enrrollará en el borde de una
estructura metálica en forma de búho. Ese es el animal que este año su
comunidad debe diseñar para el desfile de carrozas artesanales campesinas, una
tradición en su pueblo. Faltan dos días y la zozobra es grande. Los recursos
económicos prometidos por la Alcaldía no han llegado, tampoco la promesa hecha
por el exministro de Agricultura, Juan Guillermo Zuluaga, y la comunidad ha tenido que pedir prestado
el dinero y los productos con los que decorarán la carroza.
La estructura
metálica está encima de una carreta de cuatro ruedas, o cinco, incluido el eje
con el que se le da la dirección, que en varias regiones de Colombia, como aquí
en la vereda Urichare, son jaladas por caballos y se les conoce como zorras,
pero que para el desfile será tirada por un tractor. La idea es vestir el búho
con frutas, hortalizas, semillas, tubérculos o con cualquier producto que
produzcan sus tierras fértiles, y
enrollar un faldón tejido en rombos de mazorca alrededor de la carreta.
Urichare es una
de las treinta veredas y cinco centros poblados de Granada, municipio del
departamento del Meta situado en zona de piedemonte, abajo de la cordillera
Oriental. Su vocación es la producción agropecuaria y el sector agrícola cuenta
con grandes extensiones de cultivos permanentes de palma, cacao y frutales, semestrales
de arroz, maíz y soya, y anuales de plátano, yuca y maracuyá. Pero sus tierras son bendecidas, dicen sus
campesinos, aquí se cosecha de todo, incluso exóticas frutas como el mamoncillo
chino o el mangostino.
Pero el cultivo
de palma africana también mueve la economía de Granada. En el 2016, según el
más reciente diagnóstico agropecuario de a alcaldía municipal, había 2.102 hectáreas de área sembrada.
En el pueblo sus
campesinos afirman que el hombre detrás de La Rivera Gaitán (planta extractora
de aceite), y a quien apodan ‘el gurre’, es quien más empleo genera en el
municipio y además pone los alcaldes.
“Las cuentas son
como de 3.000 empleados y cada uno coloca no sé cuántos votos, y con eso lo
montan. Eso es lo que dicen, que si no gana nuestro candidato entonces se
quedan sin empleo”, cuenta una de las mujeres nacidas en Granada, quien
prefiere reservar su nombre. Pero en realidad es un secreto a gritos.
Pero la riqueza
en la producción agrícola es la verdadera razón por la cual los campesinos de
Granada cada año, desde 1968, salen al
pueblo a mostrar sus productos. Primero lo hicieron en las celebraciones del
día del campesino cuando cargaban sus cosechas a caballo y en zorras en
agradecimiento a las tierras productivas. Luego terminaban vendiéndolos en el
parque central. Con el pasar de los años aparecieron diseños de puentes,
animales y personas hechas con frutas sobre estructuras en palos de madera.
Poco a poco se fue tecnificando y las carrozas se convirtieron en parte del
Festival de la Cosecha Llanera, un desfile que inició su recorrido para
convertirse en Patrimonio Cultural de la Nación.
Jenny Castro, una
risueña mujer vinculada al turismo, es la persona que logró convencer a líderes
de diecinueve veredas y cinco centros poblados para unirse en busca de la
declaratoria y reunir pruebas y testimonios para que el Ministerio de Cultura
acoja la propuesta. A través de mensajes difundidos en WhatsApp los campesinos han sido convocados a reuniones y han
aceptado el reto. Otros no creen, se sienten golpeados por las administraciones
y casi que han perdido la fe. Aunque es el mes de agosto, el de mayor
productividad, la comunidad sigue golpeada por los efectos del invierno y por
la caída constante de los precios. Solo ocho días atrás las lluvias empezaron a
contener su furia. En la Alcaldía municipal calculan que llovió 40 días
seguidos y los campesinos han perdido muchas de sus cosechas. Algunos de los caños
o riachuelos que atraviesan sus veredas se han desbordado al igual que el río
Ariari, el que le da el nombre a esa región y que baña los municipios más
productivos de media Colombia, nuestra despensa agrícola.
—¿Y a usted le
beneficia el desfile?
Beatriz Parra,
que continúa tejiendo la cadena de maíz, eleva su mirada, se encoje en hombros
y esboza una sonrisa. Ignora.
—¿Y al campo?
—Tampoco.
—¿Y entonces por
qué se hace el desfile?
—Esto le sirve
es como al alcalde, como para quedar bien, pero para mí o para el señor de allá,
que siembra maíz o arroz, no —señala al
hombre arriba de la carreta que brega por amarrar uno de los alambres de la
estructura—. Cuando yo era presidenta hacía carrozas porque él me había hecho
uno o dos proyectos, que me arregló la escuela, que pintó y me ayudó, uno dice
sí, yo tengo como una deuda, pero para mí eso es como para hacer quedar bien al
alcalde.
A pocos
kilómetros de Urichare, Gustavo Jaramillo, colono de la zona y presidente de la
junta de acción comunal de la vereda Canaguaro, cuenta que hay gente apática.
Trabajar en la elaboración de las carrozas implica sacrificar el trabajo de
campo, los cultivos se pueden perder si no se cosechan. Confiesa que no
participaba desde el 2012, pero que buscar la declaratoria de la tradición es un
incentivo muy grande.
Aunque este año
tenían pensado diseñar un canaguaro, ese felino que solía pasearse por la zona pero que fue exterminado por campesinos para
proteger sus cultivos, tuvieron que cambiar de animal. El objetivo era que
todas las carrozas tuvieran la majestuosidad de un ave. La razón, el Meta se ha convertido en potencia en
aviturismo y ha registrado un total de 909 especies de aves de las 1.828
existentes en Colombia, lo que ubica al departamento en el séptimo puesto del
ranking nacional, según conteos hechos a través de la aplicación e-Bird
desarrollada por la Universidad de Cornell, en Ithaca (Nueva York). Eso, sin
contar que Colombia es el país con mayor diversidad de especies de aves y que
en el pasado Global Big Day, como se le conoce a la jornada mundial de
avistamiento de aves, el Meta se ubicó en el cuarto lugar al registrar en 24
horas un total de 594 especies.
Por eso, en las
veredas ya reposan estructuras con formas de corocora, arrendajo, tucán, martín
pescador, pavo real, garza amarilla, grulla coronada, alcaraván, loro real,
colibrí, carpintero, águila arpía, trogón, caracara, gallito de roca, paloma
guarumera, garza de sol, pava hedionda, paujil, guacamaya, águila arpía,
chechena y un caballo, sí, un caballo. En la vereda Santa Helena, Adilson
Garzón, presidente de su comunidad, defiende su animal, otros bromean con que
se trata de un pegaso. Explica que siempre han sido independientes y creativos.
“Se dijo que aves, pero no había
ninguna condición, la decisión era libre. Aparte de eso, teníamos esta idea de
tiempo atrás”, agrega en una voz algo alterada.
En la elaboración de la estructura, soldada en varilla,
pueden tardar hasta una semana mientras que el proceso de vestirla con frutas
se hace un día antes del desfile para que la fruta no se deshidrate. Entre 10 a
20 campesinos trabajan a la par, desde muy temprano de la mañana hasta la
medianoche o un poco más.
Jenny Castro, la mujer que lidera el proceso para elevar
el desfile a patrimonio cultural y quien trabaja en la Corporación Embrujo
Llanero, realiza una pausa a sus visitas a las veredas. Lleva un par de días
haciendo un registro audiovisual con el acompañamiento del Instituto de Turismo
del Meta. Acaba de recibir un mensaje del Secretario de Agricultura de Granada.
Los 42 millones de pesos prometidos acaban de llegar, pero a cada una de las 24
veredas, después de los descuentos de ley, les corresponde un millón 336 mil
pesos, aproximadamente, una cifra que no alcanza para cubrir los casi cuatro
millones que puede costar la elaboración de una sola carroza, sin contar el
sacrificio de nuestros campesinos.
En menos de tres horas la mayoría de los presidentes de
cada junta, ya cabizbajos, salen decepcionados de la reunión con apenas un
millón de pesos en el bolsillo. El restante, dicen, será pagado una semana
después. El mismo Secretario de Agricultura, Roberto Toro Vásquez, asegura que
el presupuesto anual de su despacho es demasiado bajo para la importancia del
municipio. “En el sector agropecuario se están manejando cerca de 350 millones
de pesos, que no es nada, y de ahí salen los sueldos”.
—Algunos campesinos dicen que el desfile no los beneficia
—le cuento.
—Eso es una versión de aquí para atrás, si lo vemos a
futuro, y abierto a todo lo que es el evento, muchos turistas vienen a eso, a
ver el desfile de carrozas, y no a rumbear —asegura el secretario mientras nos
recibe en su despacho—. El domingo las calles estarán colmadas, en 30 o 40
cuadras donde habrá gente viendo las carrozas… En años anteriores hemos tenido
más de 15.000 visitantes… Mucha gente que viene a conocer se queda, invierten,
eso es lo que de pronto no ven los productores, porque sus tierras están
cogiendo precio, porque sus productos se están conociendo a nivel nacional.
Pero el señor Angelino Chon, sin g, porque su abuela registró mal ese
apellido que heredó de un inmigrante japonés, nos explicaría un día después que
el campesino no percibe un beneficio económico. Y lo tiene bien claro, salen a
desfilar por el orgullo de sentirse campesinos y demostrar que gracias a ellos
hay alimentos en la ciudad.
“Ahora, agrega Chon, con la declaratoria, esperamos que
lleguen más aportes”. En años anteriores la comunidad de su vereda, San
Ignacio, trabajaba motivada por los premios. Este año fueron anulados. Cuenta
que ganaron el primer puesto durante cuatro años consecutivos, que despertaron
envidias y hasta fueron agredidos. El domingo piensan repetir con la corocora.
La figura mueve las alas y el cuello, es la evolución de la tradición.
Otras de las pioneras en mejorar las técnicas de
elaboración, al incluir movimientos y sonidos, es Liliana Sarmiento, del centro
poblado de Aguas Claras. En las paredes de su casa cuelgan pequeños cuadros
con las imágenes de las carrozas que ha diseñado, se siente orgullosa de ellas
y asegura que ella fue la primera que incursionó con figuras mejor elaboradas,
incluso dice que tiene la patente.
—Todos los trabajos eran casas, corrales y los campesinos
colgaban la comida, entonces yo dije, bacano hacer una figura, y me vine con un
pavo —asegura mientras busca entre varias fotografías alguna que lo compruebe— La gente empezó a decir que estaba
loca, imagínese que me hice una cachama, pero no encuentro la foto, ella
parecía como un cohete, que Liliana se volvió loca, que va para la luna, decían.
Cuando yo hacía mis trabajos pensaba que ojalá algún día me miraran para
hacerme famosa. Es que voy a ser grande con esto, me repetía.
En ese año,
precisamente, sacó una pareja de baile, con arpa, cuatro y maracas, acompañada
de un toro. Cuenta que después la buscaron directamente de la Gobernación del
Meta para llevar a Villavicencio las carrozas. Desde entonces Liliana se ha
convertido en la consentida, elabora las figuras para los desfiles en Villavicencio
y ha viajado a Bogotá, Popayán y recientemente estuvo patrocinada por el Instituto
de Turismo del Meta para elaborar en Medellín algunas figuras en desarrollo del
Feria de las Flores.
Su más reciente
obra es un tucán. Es domingo y el ave, con un fuerte pico de caña, es una de
las primeras en ser ubicada a un costado de la alcaldía municipal, desde donde
se hará la partida. Delante de ella están la corocora y el arrendajo.
Consideran que encabezar el desfile es una ventaja para ser visibles al jurado,
cuya elección cayó como un diluvio en época de cosecha. Y es que el selecto
grupo que camina con ínfula de superioridad y de azulados dientes, apenas
conoce la ubicación del municipio. Son los mismos jurados del reinado
internacional que suelen realizar en desarrollo de las festividades, son los
señores Lamberto García, Alejandro Tamayo y Víctor del Peral.
Muchas de las
aves cantan, algunos campesinos adaptaron parlantes a sus carrozas y a través
de dispositivos móviles accionan los sonidos, otros usan pitos y mangueras,
mientras el famoso caballo de la vereda Santa Helena relincha y corcovea. Al
andar mueven alas, picos y cuellos.
El desfile
inicia con dos horas de retraso bajo un inclemente sol, ese que escaseó durante
meses pero que hoy brilla tanto como el arte de los campesinos. Quien lidera el recorrido es la paloma del
centro poblado de Canaguaro, ahora jalada por un tractor. Lo conduce el alcalde
del municipio, Juan Carlos Mendoza, criado en esa población. Saludo viene y va,
hincha su pecho de populismo y recibe hasta cereza que le dan por el camino.
Cada carroza viene acompañada de un grupo de campesinos
que ahora hacen las veces de animadores, hay estudiantes y jóvenes con
redoblantes, cornetas, pitos y tambores, niños bailando joropo y una mujer con
sus ojos encharcados caminado junto a una carreta de frutas sin ave. Un par de
horas atrás la estructura dio tumbos y la guacamaya voló por los aires luego que
el carro en el que viajaba tambaleara en un desnivel del terreno. “No pudimos
conseguir un tractor y tuvimos que sacarla en un carro pequeño, se nos fue al
suelo”, dijo Gloria Moreno, de la vereda Puerto Suárez.
Atrás de ella se abre paso una carroza de un arriero y
dos caballos. Sus acompañantes visten camisetas con las frases “Soy hijo del
señor Valderrama”, “Soy nito del señor Valderrama”, “Soy hermano del señor
Valderrama”… Y el señor Valderrama, que está de cumpleaños, viene en una silla
de ruedas empujada por uno de sus familiares. Sufrió una trombosis, perdió la
movilidad y el habla y sus hijos quisieron desfilar en homenaje a ese hombre
que se dedicó en su juventud a la herrería y quien fue uno de los colonos del
municipio.
Luego del paso de las aves aparecen las carrozas
particulares, la de la Asociación de Apicultores del Meta, con una abeja
gigante, y la Agropecuaria La Rivera Gaitán, sin el popular gurre, pero con
arpa, cuatro y maracas cubiertas de los derivados de la planta. Entonces
recuerdo las palabras del Secretario de Agricultura municipal aquel día que nos
recibió en su despacho: “Yo soy el que quisiera prohibir el cultivo de la palma
en zonas productivas como estas. En las vegas del río Ariari no debería haber palma”.
Luego de cuatro horas de recorrido las carrozas, una a
una, ingresan al Parque de la Paz, lugar en el que cientos de turistas esperan
para una fotografía, es la primera vez que pasarán allí la noche. Pareciera que
algunas carrozas hubieran perdido algunos de sus frutos, pero durante el
trayecto fueron asaltadas por incultos, se robaron yucas, plátanos y hasta
grandes ahuyamas. “El hambre es bárbara”, decían algunos por justificar.
La hora del veredicto ha llegado. Algunos presidentes de
las juntas se acercan, el Secretario de Agricultura toma el micrófono, recuerda
los puntos evaluados: creatividad, acompañamiento, volumen de los productos y
el criterio técnico. El turno ahora es para el alcalde. Empieza a enumerar los
primeros diez lugares, de atrás para adelante: Guayaquil (loro real), Sardinata
(trogón), El Delirio (martín pescador), Aguas Claras urbano (tucán), Alto
Iriqué (pavo real), Las Brisas (águila arpía), Canaguaro (paloma guarumera), La
Cubillera (grulla coronada), San Ignacio (corocora)… y el ganador es Urichare
(búho).
Las caras largas aparecieron de nuevo, ahora varios campesinos
reprochaban la elección de los jurados y el veredicto. La vereda Urichare, pese
a haber ganado, corrió con tan mala suerte de que un día antes el exministro de Agricultura, Juan
Guillermo Zuluaga, convocara allí una reunión para entregarle a cada uno de los
representantes veredales los cuatro millones de pesos prometidos. Ahora
insinúan que todo fue arreglado.
“Ustedes son testigos del trabajo, para mí es absurdo lo
que se hizo. Usted va a decir que ese martín pescador estaba para un octavo
puesto. Yo no pretendo que me den un primer lugar, porque estoy a otro nivel,
pero sí hay gente que lo merece —responde Liliana Sarmiento, notablemente
confundida. A su lado, un campesino saca los productos que contiene una bolsa
negra que minutos antes recibieron de la Alcaldía. Hay una libra de café y dos
de arroz. “Esto no se debe hacer, esto es como un insulto a nuestro trabajo”,
enfatiza.
Premio entregado por la alcaldía de Granada. |
El ambiente sigue tenso, los turistas no comprenden por
qué algunas carrozas que llegaron hace unos minutos están de regreso. “No hay
garantías de seguridad para dejar el tractor”, susurra entre dientes uno de los
campesinos. Nos dirige la mirada y espeta de nuevo:
—Los espero en la finca con algunas frutas.
—No se preocupe, no vinimos por eso —le contesto.
—Es un detalle de nosotros, ustedes van a ser pioneros en
llevar nuestras voces, esto es lo que hace falta, los campesinos ya estamos
cansados.
Andrés Molano Téllez
Director Agenda Hoy.
0 Comments :
Publicar un comentario