“Nuestros espacios públicos parecen mesitas
de noche decoradas”: Jair Montaña
Enero 8 de 2019
La Alcaldía de Villavicencio, a través de Corcumvi y del
Instituto de Turismo, instaló recientemente una serie de figuras en metal con formas
de instrumentos, así como las llamadas gigantografías, que no son más que letras en
metal que forman el nombre de la ciudad. Los trabajos mencionados han sido
contratados como prestación de servicios artísticos, ¿pero es arte o
decoración?
Gigantografía instalada en el Parque Infantil y diseño de un furruco, en el sector de los apartamentos de Amarilo. |
El contrato más reciente fue firmado por $40 millones (contratista: Liliana Sarmiento), para la elaboración de
cuatro “piezas gráficas (gigantografía-nombre de Villavicencio) plasmando artísticamente
elementos alusivos de la gastronomía, la cultura y la tradición llanera”. Una
de ellas ya se instaló en el Parque Infantil.
Otro de los contratos ya ejecutados fue el del Concurso
Unidos por el Arte, por $73’800.000 (contratista: Óscar Julián Arias), para “la prestación de servicios
artísticos para llevar a cabo el diseño y elaboración de cuatro esculturas de
amueblamiento”. Para este se diseñaron arpa, maracas, cuatro y un furruco, este
último causó polémica en redes sociales porque el instrumento tenía más
similitud con una matera.
Agenda
Hoy
contactó a dos artistas profesionales y académicos de Villavicencio, así como a
uno de los jurados del mencionado concurso, para conocer sus opiniones acerca de
las figuras instaladas en la ciudad.
Para Héctor Ramírez, quien fue jurado del concurso
Unidos por el Arte, el hecho de pintar un paisaje en figuras de lámina de acero
no las vuelve una propuesta artística.
“El arte es un poco más visceral y lo que intenta, más
que representar, es crear, es un lenguaje de comunicación, es un ejercicio de
pensamiento, y como ejercicio de pensamiento, pues pintar unas matas dentro de una figura, o árboles
o flores, es un elemento decorativo, indiscutiblemente”, agrega Ramírez.
Sin embargo, considera que esas figuras del concurso
han ido migrando hacia formas más elaboradas de arte y pone como ejemplo, entre
otras, la intervención del cuatro, obra pintada por Diego Gutiérrez y que
simboliza la tradición de amarrar ropa de niños al tronco y ramas del compadre bototo, un árbol que según la tradición popular cura el llamado hielo de los difuntos
y que afecta a los infantes.
Dicha propuesta “tiene una investigación, un planteamiento,
es como que el artista en muchos elementos ha recuperado ese imaginario
colectivo que se está perdiendo y lo ha plasmado en lienzo, en sillas, en el
cuatro y allá hay una propuesta que no es solamente la decoración”, agrega.
Bototo, obra de Diego Gutiérrez. |
Libardo Archila, maestro en Artes Plásticas de la
Universidad Nacional, considera que se están justificando avisos publicitarios
como arte para inflar los costos. “Dicen que artístico porque les pintan unas
hojas al mejor estilo Bob Ross”.
“Esto es consecuencia de las mal llamadas esculturas
regadas por la ciudad del tal programa de arte llanero (Unidos por el Arte)
donde unos dummies de siluetas de animales son pintados con aerógrafo y dicen
que son esculturas”.
Por su parte, Jair Montaña, artista plástico y curador
de arte, también de la Universidad Nacional, explica que hace falta entender
que el espacio público debe ser utilizado como un museo, en el cual se pueda
tener una visión de los artistas y sus intereses, “en donde las obras
monumentales o emblemáticas tengan un valor económico que no se devalúe. Pero
actualmente se usa para decorar ingenuamente y este no construye diálogos
estéticos.
El artista, además, fue enfático en afirmar que “nuestros
espacios públicos parecen más mesitas de noche decoradas que un museo que narra
quiénes somos”.
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