El poder femenino
Marzo 8 de 2019
Emprender
requiere visión, pasión y constancia, y en esto las mujeres llevamos las
banderas.
Tal
como Prometeo, las mujeres cargamos el mundo sobre nuestros hombros. Cargas
socialmente atribuidas, que nunca pedimos pero que ahí estaban, como si fuesen
inherentes a nuestra condición de mujer. Una sociedad que no está diseñada para
nosotras, fácilmente, nos juzga y señala
cuando ese mundo se nos viene encima y nos aplasta, o cuando decidimos soltar
para alivianar cargas, y decidimos qué es lo que realmente queremos llevar
sobre nuestros hombros.
Ilustración de Diego Céspedes. |
Muchas
veces la vida, el universo, Dios, o lo que sea, nos aprietan tan fuerte que
sentimos quedar sin aire, como si aquel soplo de vida fuese el último. Y es
allí, cuando aplastadas por las adversidades, rompemos el silencio y dando un
grito inaudible nos levantamos para retomar las riendas y corregir rumbo,
renovadas, fuertes y decidas.
Últimamente
el término ‘emprender’ se ha visto tergiversado. Hacer mil cosas y no sostener
ninguna no es emprendimiento, es andar sin rumbo por la vida, pescar en río
revuelto, emprender requiere de algo más que ideas locas, requiere de visión,
pasión y sobre todo constancia, y en esto las mujeres llevamos las banderas.
El
49,3 por ciento de las mujeres colombianas tiene empleos informales, indicando así
graves problemas en el mercado laboral femenino. Las ganas de generar ingresos,
de ser productivas y de dinamizar la economía dan un espacio para que los
proyectos de emprendimiento de mujeres sobresalgan en un 60 por ciento sobre
los hombres y que el incremento de emprendedoras colombianas sea de un 25 por
ciento respecto al año anterior, siendo esta una forma de reducir las brechas
de desigualdad entre hombres y mujeres.
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La
resiliencia es quizás un común denominador en las grandes mujeres, sobreponerse
a las adversidades, sanar heridas y levantar la mirada son cosas de valientes.
Las condiciones sociales a las cuales nos vemos enfrentadas a lo largo y ancho
de la historia son crueles, nuestros derechos han sido alcanzados tras años de
lucha y aún nos queda camino por recorrer, y ese condimento perfecto para
sazonar cualquier cosa que hagamos, es emprender con el corazón, sanar siendo
resilientes y hacer memoria para que no se repitan historias desgarradoras.
Mi
admiración infinita es para aquellas mujeres que sanan de la mano de otra mujer
y que luego con sus manos tejen el camino a generaciones venideras. Este es un
llamado a la sororidad, a reconocernos como grandiosas mujeres y a trabajar
unidas por nuestros sueños personales y colectivos.
Luisa Rodríguez
Columnista Agenda Hoy
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