Cimarrón
le da la vuelta al mundo
Junio 26 de 2019
Sin
ser profeta en su tierra, la agrupación de música llanera, dirigida por Carlos
Rojas y Ana Veydó, logró posicionarse en los circuitos más importantes de las
músicas del mundo.
Cimarrón
se ha convertido en la agrupación de música llanera con más proyección
internacional, ha realizado más de 400 conciertos en 35 países de cinco
continentes, y solo hasta ahora es invitada a presentarse en concierto en los
Llanos Orientales de Colombia, la cuna del joropo. Lo hará este viernes en el
Torneo Internacional del Joropo de Villavicencio, antes de iniciar una larga
gira por 10 países.
La
agrupación está integrada por siete músicos, pero detrás de ellos están el
maestro Carlos ‘Cuco’ Rojas, nacido en San Martín (Meta), arpista y director,
quien junto a su pareja sentimental Ana Veydó, oriunda de Otanche (Boyacá) y
actual vocalista, han convertido a Cimarrón en una banda internacional que
recorre los más importantes circuitos independientes de las músicas del mundo.
Ana Veydó y Carlos Rojas, directores de Cimarrón. Foto: Ángela Vives. |
En
algunos países, la agrupación ha tocado más veces que en el propio territorio nacional.
En Gales, en el Reino Unido, se ha presentado unas 40 veces, mientras que en
Colombia no se contabilizan más de 15 conciertos, aunque ha sido recibida y
aplaudida en imponentes escenarios, como en los teatros Jorge Eliécer Gaitán y
Julio Mario Santodomingo, en Bogotá; Pedro de Heredia, en Cartagena, y Pablo
Tobón, en Medellín.
La
agrupación no tiene nada que envidiarle a una estrella de rock. Cimarrón ha
realizado largas giras de hasta 30 conciertos en una sola temporada y se alista
para su gira de verano que incluye más de 40 presentaciones en 10 países. Su
música en vivo ha sonado en 60 ciudades de los Estados Unidos y su espectáculo
ha retumbado en Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, India, China,
Japón, Malasia y Emiratos Árabes, por citar solo algunos destinos a los que ha
llegado. En el Paléo Festival Nyon de Suiza compartió tarima con el músico
británico Elton John y en el Festival Mawazine, en Rabat (Marruecos), hizo lo
mismo con Shakira.
Cimarrón acaba de ganar el Independence Music Award en la categoría Canción Instrumental, por el tema 'Zumbajam'. Foto: Constantino Castelblanco. |
Ha
grabado tres álbumes musicales (‘Sí, soy llanero’; ‘Catrin Finch & Cimarrón’;
y ‘Cimarrón! Joropo Music from the Plains of Colombia’) y acaba de lanzar su
cuarto trabajo discográfico titulado ‘Orinoco’, que será presentado en su gira
de verano que arranca después de su presentación en Villavicencio.
Antes
de constituirse como una banda, el nombre de Cimarrón se gestó primero como
sello discográfico y se estrenó con la grabación, en 1978, del primer álbum de
Orlando ‘Cholo’ Valderrama, titulado ‘Baquiano’. Este también fue el primer
trabajo de Carlos Rojas como arpista.
Luego
aparecen dos periodos, uno de exploración, en 1986, alrededor de la música
llanera, “el cual arranqué con otros compañeros, se hicieron algunos trabajos y
logramos presentarnos en Estados Unidos e Inglaterra”, explica Rojas, pero la
etapa verdadera de internacionalización ocurrió en el 2000 con la llegada de
Ana Veydó y su potente voz recia.
Así
empezó una carrera ascendente que los puso en la mira de la disquera
Smithsonian Folkways Recordings, con la cual grabaron ‘Cimarrón! Joropo Music
from the Plains of Colombia’. Fueron nominados en 2011 a los Grammy anglo, y desde entonces ningún
otro grupo folclórico de Colombia ha repetido esa hazaña. Ganaron, además, el Independence Music Award en la categoría
Mejor Álbum Latino y lo acaban de repetir al triunfar en la categoría Canción
Instrumental, por el tema Zumbajam, incluido en Orinoco. Además, su show
fue nominado hace algún tiempo a los premios Luna del Auditorio, un reconocimiento entregado por el Auditorio
Nacional de México a los mejores espectáculos en vivo.
La
agrupación Cimarrón es como ese toro que no conoce soga, corral ni hierro, es
ese animal retador que no camina por la senda marcada ni se somete a los
arbitrios del poder. Su nombre es casi una alegoría a la libertad. Se da el
lujo de acompañar la interpretación de los instrumentos tradicionales del
joropo (arpa, cuatro y maracas) con los sonidos del tiple, el contrabajo
eléctrico, la ocarina, el cajón flamenco, el surdo brasilero y la tambora,
siempre en la búsqueda de las raíces del joropo colombiano.
“Un
importante directivo de un evento internacional nos dijo una vez, me gustó
tanto el joropo que me fui al Torneo Internacional del Joropo, pero Cimarrón
tiene una cosa que no vi allá”. Ser fiel al joropo no es solo tocar con arpa,
cuatro, maracas y bajo eléctrico, para mí la fidelidad del joropo no está ahí”,
asegura Rojas.
Su
nombre, tal como lo dice su director, “recoge la esencia de la banda en el
sentido de no transitar en el camino transitado por otros, no entrar en esos
corrales de meternos dentro de una forma y hacer música llanera porque otro
dijo que así tocaba hacerla”. No le teme a la crítica ni a comentarios mordaces
que vienen de sus coterráneos, defiende su trabajo como una música de raíz con
propuestas contemporáneas, un espectáculo cargado de percusión y zapateo.
Recuerdan
ser los primeros que soltaron al escenario a un bailador de música llanera sin
pareja. En el 2007, José Oviedo, quien hacía parte de la agrupación y hoy es
uno de los mayores exponentes del baile del joropo, se paró frente a la
Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia y con su zapateo
movió los cimientos de la historia del folclor llanero. Atrás quedó la premisa
de que bailar separado no era bailar joropo.
“En un
principio se decía que nosotros no hacíamos música llanera, que esto no era
joropo, pero hoy el desarrollo de los acontecimientos va dando cuenta de que
mucha gente ya se parece a Cimarrón (…) Nos alegra mucho haber estado en ese
momento de explosión de una nueva tradición que se ha venido gestando y que hoy
ha hecho del espectáculo llanero un espectáculo de mucha magnificencia
escénica”.
Agenda Hoy aprovechó una pequeña pausa que la
agrupación se dio para terminar los detalles de su próxima gira y presentación
en Villavicencio, y visitó a la pareja de artistas en su hogar en el municipio
de Chía, en Cundinamarca. Allí confesaron detalles íntimos de su relación, del
porqué no son profetas en su tierra y revelaron algunos secretos de su carrera
musical.
¿Hay quienes dicen que incluir otros
instrumentos, como ustedes lo hacen, es desvirtuar la música llanera?
Ana: Si hay un grupo que haga joropo es
Cimarrón, digamos, usted mira los grupos que están ahorita haciendo joropo,
supuestamente moderno, ¿usted piensa que eso es parte del joropo?
Carlos: Nosotros devolveríamos la pregunta,
usted considera, por ejemplo, que tomar un tema de otra música, puede ser
regional mexicano o baladas, y volverlo joropo es hacer joropo. O si hacer un
espectáculo de joropo sin cantar un solo golpe recio es hacer joropo.
¿Y qué es lo que hace Cimarrón?
Carlos: Nosotros hacemos un espectáculo de
música llanera, que presenta pasajes y joropos, y no entra con canciones, por
ejemplo, provenientes de otros géneros, a nosotros no nos gusta eso, no
consideramos que sea el camino correcto. De hecho, Ana Veydó canta una canción
que se llama ‘Auténtica llanera’, yo creo que es una de las canciones más
llaneras que conozco en mi vida, y conozco bastantes (…) Nosotros no nos
proponemos fusionar un género como reguetón con joropo o rock con joropo, cosas
así, queremos hacer una música que tome elementos de estos géneros, más como
unas apropiaciones de su espíritu, que de sus formas.
¿Cuál es el espíritu del joropo?
Carlos: Esa pregunta es de difícil respuesta y
hay que responderla en el escenario. Si se tiene la fuerza de la música llanera
eso lo dirá usted en el escenario y yo creo que nosotros tenemos canciones que
lo logran. Esa fuerza de la tradición llanera es lo que otros públicos del
mundo han entendido y los ha emocionado hasta las lágrimas (…) Para mí en la
música recia se transmite el carácter del hombre de llano, y la música recia no
son solo los pajarillos, también se hacen pasajes con ese carácter, que
expresan su sentir, ese carácter forjado en la dura vida del llano, eso me
parece que es el espíritu del joropo y ese es el que hay que poner en escena. Necesitamos que el espectáculo hable solo, que
la música hable sola.
¿Sus influencias?
Carlos: Lo que nosotros hacemos está influenciado
de un nuevo concepto, que es el que se maneja en los circuitos de las músicas
del mundo, que son músicas que respetan la raíz, pero que proyectan
escénicamente una visión contemporánea de esas raíces (…) Me interesa más el espíritu del joropo
que el ropaje que le han puesto, porque hoy estamos tocando con una ropa que le
pusieron al joropo en Barquisimeto (Venezuela) en los años 50 o 60, esa es la
ropa que tenemos puesta, pero hubo otra ropa que tuvo el joropo colombiano, me
interesa descubrir cuál fue, nosotros tocamos en el escenario con un tiple
porque nos importa el tiple, fue parte del ropaje del joropo colombiano (…)
Nosotros reconocemos influencias pero yo no quiero ser tributo de las bandas
llaneras del pasado, quiero ser un artista que propone a futuro con un lenguaje
y una identidad. Eso hace que en el medio tradicional el que no quiere ser un tributo
sea visto como un destructor de la tradición.
¿Por qué la fuerza del baile en sus
espectáculos?
Recuerdo
una imagen que tuve en bailes campesinos en Casanare y Meta, tuve la
experiencia de tocar sin amplificación, donde al final lo que sonaba era el pum
de los zapateadores. Ahí comprendí que el joropo tiene su fuerza desde el
baile, desde el sonido de las percusiones del baile y desde allí se arma todo
el edificio de la música llanera. Lo estudié, lo analizamos y luego comencé a
proponer cómo sustituir el peso de los bailarines con instrumentos en el
escenario. De ahí surgieron las primeras propuestas de la percusión en el
joropo, y que hoy se están popularizando, porque compañeros que fueron de
Cimarrón las están llevando a otras agrupaciones. Nosotros las creamos y hemos
seguido creciendo con esa propuesta. Pensamos que eso rescata lo que perdió el joropo
cuando lo volvieron música en los discos. Le quitaron muchos elementos, el
principal fue el sentido de la fiesta, lo que usted no escucha en una canción
llanera es la fiesta. Los zapateadores fueron reemplazos por un contrabajo en
la época de Juan Vicente Torrealba, él puso un bajo para poderlo asimilar a la
música caribeña y al bolero caribeño que estaban de moda. Para poder asimilar
ese sonido él introdujo el contrabajo, nos parece buena cosa y por eso lo rescatamos
hoy como un contrabajo eléctrico, ese sonido de ese joropo de los años 50 lo
traemos a nuestro sonido hoy.
¿Cuál es la meta que les falta por
cumplir?
Carlos: Trataré de estar en los escenarios
mientras pueda, y ese poder estar significan muchas cosas. Primero tener la
capacidad de transmitir algo en un escenario, lo cual, por supuesto, se agota
físicamente y espiritualmente. Y también el hecho de que alguien quiera verme
en un escenario. Teníamos un propósito que estaba medianamente esbozado, que
era tocar en los cinco continentes, que yo creía, ese objetivo fue completado
en el 2017 con la gira de Japón y Malasia. Si fuera un objetivo de cubrimiento
territorial, yo pensaría que está parcialmente cubierto porque creo que es
importante llegar a nuevos espacios. Y en términos de llegar a las audiencias
me gustaría que Cimarrón pudiera tener una audiencia significativa.
Ana: Pienso que quiero cantar hasta donde
pueda, no sé si con Cimarrón, pero quiero cantar hasta cuando pueda. Debería
uno como buscar primero eso, esa sinceridad con uno mismo, ¿lo quiero hacer por
mí o por los demás?
¿Dónde quedan los reconocimientos, no
sueñan con volver a los Grammy?
Carlos: Los reconocimientos son importantes
en la medida en que se convierten en un impulso positivo en la carrera para
poder acceder a otro tipo de escenarios. Es también muy gratificante en el
sentido de que algunos de esos reconocimientos correspondan a reales reconocimientos
de industria. Y no creo que esté diciendo nada nuevo, al decir que muchos de
estos reconocimientos no corresponden a reales reconocimientos en la industria,
sino que son también estrategias publicitarias y de mercadeo, no creo que esté
diciendo nada extraño, ni develando el gran secreto, pero muchos de esos
reconocimientos hay que comprarlos porque no se producen de esa manera, o por
lo menos negociarlos con grupos de votantes y demás.
¿Pensaba lo mismo cuando fueron
nominados al Gramy anglo?
Carlos: Nos enteramos de que estábamos en los
premios anglo, porque nos llamó el director del sello discográfico. Ese día que
nos hizo la llamada, te lo podría decir, ni siquiera sabíamos qué eran los
Grammy americanos. No ha vuelto a haber un artista colombiano nominado, en
música tradicional, a los Grammy anglo. Nos enteramos aquí, fueron los medios
colombianos los que comenzaron a llamarnos, los que nos hicieron pensar, oiga y
eso de los Grammy qué es. Cuando nos damos cuenta de la tremenda significación
que tenía para muchas personas el estar nominado fue cuando comenzó a tener una
importancia real para nosotros.
Ana: Yo ahora me doy cuenta de que en ese
entonces no teníamos conciencia de la magnitud de esos reconocimientos ni
cuánto provecho se le podía sacar, ahora yo me doy cuenta de que, por ejemplo,
con los Grammy latinos, qué no han hecho los artistas, se han hecho sentir, y
nosotros como que no hicimos nada. Nosotros no fuimos así, nosotros sí hemos
desaprovechado. Hemos tocado tantos conciertos en el mundo y veo que una
persona que ha salido cuatro veces del país le saca provecho, eso es falta de
inteligencia nuestra para sacarle provecho.
Carlos y Ana, más allá de la música
¿En qué momento se cruzan las vidas de
Carlos y Ana?
Ana: Yo concursaba en festivales y en
muchas ocasiones él (Carlos) fue jurado, nos veíamos por ahí, era un medio
pequeño, más en ese entonces. Ni éramos amigos ni nada.
¿Cuándo dan el paso de lo laboral a
algo más íntimo?
Ana: Nos conocimos y nos volvimos amigos,
en verdad, nos encantaba vernos para charlar, para hablar de la música, pero
después yo le dije que quería que me produjera un álbum, que fue el primero que
hice, que fue ‘Recio’. A partir de eso empezamos a trabajar juntos como amigos
y fue cuando decidimos retomar Cimarrón, porque Carlos lo había dejado, no era
una propuesta como constante.
¿Quién da el primer paso para iniciar
la relación sentimental?
Ana: No sé en qué momento nos volvimos de
amigos a novios (risas), pero fue así, como que se fueron dando las cosas.
Carlos: Es más lo que la misma circunstancia
va generando, un tipo de empatía y química que se van desarrollando, y al
final, pues claro, uno tiene que dar siempre el primer paso.
Carlos y Ana llevan 18 años viviendo juntos. Aquí, en su casa en Chía (Cundinamarca). Fotos: Óscar Bernal / Agenda Hoy. |
¿Que lo enamoró, además de la voz de
Ana?
Carlos: Apreciar un ser humano en su
integralidad implica ver muchos niveles, obviamente el nivel de compartir lo
artístico implica también como una misma visión de lo musical. Cuando se tienen
visiones de lo musical es porque también hay coincidencias espirituales muy
grandes. Y siempre fue para mí atractiva como mujer.
¿Ha sido fácil manejar la relación?
Ana: Yo creo que desde el comienzo hemos
coincidido en muchas cosas. Ya llevamos 18 años juntos. Nos complementamos en
unas áreas, y pues somos fuertes los dos, eso es lo que ha hecho que esto
perdure, porque más allá de la relación está también nuestro interés de crear y
hacer.
¿Son casados?
Carlos: No, decidimos vivir como una decisión
sin institucionalidad, pero la hemos asumido conscientemente y vivido mucho
tiempo juntos.
Llevan 18 años como pareja, ¿y los
hijos?
Ana: Yo no sé, oiga, qué pasó. Creo que uno
de las cosas que también nos unió fue eso, a mí nunca me interesó tener hijos,
como que nunca me lo pregunté, no es
algo que ocupe mi vida. Y no es ningún problema para mí tenerlos o no, y no
quiere decir que no ame los niños.
Carlos: Cuando comenzamos a vivir, nuestro
verdadero sueño era viajar con la música y eso ocupaba todo el tiempo. Los
primeros años de carrera fueron tremendos, hubo un año en donde estuvimos fuera
del país ocho meses, donde solo veníamos a Colombia tres días y volvíamos a
arrancar.
¿No sienten nostalgia de que la agrupación
se jubile y no quede una descendencia que siga su legado?
Carlos: Si hubiese tenido hijos me hubiera
gustado que ellos arrancaran un proyecto propio y no que heredaran otro.
Ana: No necesariamente se debe tener un
hijo para poder trasmitir los conocimientos o la experiencia. Yo creo que
nosotros hemos tenido demasiados hijos, todos los chicos que han pasado por
Cimarrón, cada uno de ellos se ha llevado algo de nosotros.
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