Cabalgatas: ¿Identidad cultural o simbología del poder?
Por José Abelardo Díaz Jaramillo
Abril 8 de 2024
Apertura
Por disposición del alcalde de Villavicencio, Alexander Baquero, han regresado las cabalgatas a la ciudad. Junto al sombrero y el joropo, ha argumentado el mandatario, las cabalgatas recrean valores asociados a la identidad de la capital del departamento. En 2020, las mismas habían sido suspendidas por el anterior burgomaestre, Felipe Harman, quien arguyó que, en resumidas cuentas, se trata de una actividad que poco o nada tiene que ver con «una representación de lo que somos», sin menoscabar los costos en términos de protección animal y las refriegas entre participantes, derivadas del consumo de alcohol1.
Múltiples evidencias captadas por transeúntes y curiosos testifican que, en esta oportunidad, tal y como ocurrió en años anteriores, los caballos fueron objetos de maltratos y hubo trifulcas protagonizadas por personas en estado de alicoramiento.
Fotografías: Óscar Fabián Bernal Trujillo. |
Es evidente que las posturas frente a las cabalgatas son antagónicas y recrean, a mi juicio, dos concepciones diferentes de sociedad. Por esa razón, la polémica debería tomarse como una oportunidad para abrir un debate público acerca del sentido de las cabalgatas en las sociedades modernas. No es casualidad que, en los últimos años, en ciudades como Medellín, Cali, Armenia, Bucaramanga, Pereira, Jamundí y Buga, se hayan suspendido las cabalgatas, por razones como el abuso de licor, los accidentes de personas y el maltrato animal2.
En
el caso de Villavicencio, el debate, que debe incorporar eso que se suele
denominar identidad llanera, tiene que ser polifónico, es decir,
debe trascender el poder tradicional e incluir a folcloristas, defensores de
animales, investigadores profesionales formados en distintos campos
disciplinares, centros de pensamiento y universidades.
Bajo la premisa de que el pensamiento crítico debe ocuparse de las discusiones que son de interés colectivo, en este texto sostengo y argumento la siguiente tesis: la cabalgata, antes que constituirse en un evento cultural adscrito a una supuesta identidad llanera, es una práctica obsoleta y anticuada para los tiempos actuales. Se trata, más bien, de un ritual -un acto de institución, siguiendo al sociólogo Pierre Bourdieu ―que recrea un sistema de valores atado a un símbolo arcaico -una cierta imagen del caballo―, que se corresponde con una época de la historia del país que debe ser superada.
Dejo a un lado el planteamiento ―muy importante―que
reconoce a los animales como sujetos de derechos sintientes no humanos, un
logro civilizatorio que demuestra que ciertas manifestaciones asociadas a
tradiciones, pueden ser revisadas e incluso superadas, si ponen en riesgo
valores éticos asociados a la importancia de distintas formas de vida.
Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo. |
Cabalgata: expresión de poder
Sostengo que todo acto público, trátese de una procesión religiosa, un desfile cívico o militar, un carnaval o una cabalgata, es una expresión política que porta mensajes ―a veces difíciles de percibir a simple vista― que apuntan a reforzar, legitimar o cuestionar formas de poder y dominación. Refiriéndose a las procesiones religiosas en Montpelier en el siglo XIX, Robert Darnton, un destacado historiador contemporáneo, destacó cómo aquellas tenían el propósito de «ordenar la realidad», haciendo que el espectador divisara la «esencia de la sociedad» en sus más importantes qualites y dignites», siendo la calidad una condición derivada, no de la inteligencia o capacidad de que eran poseedoras las personas, sino del rango o puesto corporativo que ocupaban3.
En el caso de Colombia, los reinados nacionales celebrados desde 1934, se constituyeron en una oportunidad para que las elites regionales y de Bogotá, bajo el manto de la belleza, reforzaran ante los ojos del pueblo sus posiciones de dominio, haciéndolas ver como «naturales» y consustanciales a sus apellidos4.
Alexander Baquero, alcalde de Villavicencio, lideró la cabalgata del aniversario 184 de la ciudad. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo. |
Quienes han reflexionado acerca de las relaciones entre lo político y lo simbólico, han destacado que aquellas son más fuertes de lo que se cree. Por ejemplo, el antropólogo Rodrigo Ruiz Díaz sostiene que la política tiene un alto componente simbólico y que prácticas rituales operan como dispositivos simbólicos que reproducen un sistema de poder5.
Bajo esa premisa, ceremoniales como los arriba
mencionados, operan como dispositivos que tienen la capacidad de reforzamiento
o legitimación de un orden social (posiciones,
representaciones y roles) que se asume como indispensable para garantizar la
existencia o/y funcionamiento de la sociedad. Al enfatizar a través de mensajes
(imágenes, por ejemplo) cuál posición debe ocupar el individuo, el ritual
manifiesta a plenitud su eficacia simbólica.
Personaje construido por reconocida discoteca apareció como un símbolo clasista en la cabalgata. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo. |
Las cabalgatas, precisamente, son un buen ejemplo de lo anterior. Antes que ser un acto cultural que recrea una tradición popular, las cabalgatas son dispositivos que tienden a «naturalizar» ―es decir, a hacer aparecer como legítimo, valido y sagrado― un orden social jerárquico (clasista, con expresiones de arribismo y altanería). Dicho, en otros términos, las cabalgatas pretenden reforzar un imaginario que formula la idea de una estructura social compuesta de ricos y pobres, dominantes y dominados, superiores e inferiores, «integrados» durante un tiempo y espacio determinado.
Con términos del sociólogo alemán
Norbert Elías, en las cabalgatas se recrea de manera nítida la distinción entre
un «Ellos» y un «Nosotros». Basta ver cuál es la morfología de una cabalgata: quiénes
ocupan los puestos de avanzada, los puestos intermedios y los últimos; cuáles poderes
allí se representan; quiénes montan los mejores caballos, cuáles son las apuestas
simbólicas con objetos que se exponen (trajes, diferentes tipos de licor, géneros
musicales), etc.
Juan Guillermo Zuluaga, exgobernador del Meta, en el medio de su séquito de amigos, entre ellos los cantante de música llanera Orlando Cholo Valderrama y Wilton Gámez. Foto: Agenda Hoy. |
Las cabalgatas se pueden entender, además, como una metáfora de una antigua formula de dominio («el rey no es rey sin su caballo») que, en el caso colombiano, recrea una estructura socioeconómica (hacienda) que mutó de la época de la colonia (y es un eco lejano del sistema feudal español) al periodo republicano. Una estructura, por cierto, que dio origen y, a la vez, fortaleció expresiones como el gamonalismo, el patriarcalismo y estereotipos asociados a la guerra, la valentía y la fuerza.
Si bien el caballo tuvo un rol especial en la vida cotidiana de los pobladores rurales y en momentos históricos de la nación colombiana (en el caso de los llanos orientales, en los hatos ganaderos y en la guerra de independencia, por ejemplo), su papel, siempre restringido a las labores del campo, ha sido superado con el paso del tiempo.
En cambio, en tiempos recientes, y con el ascenso de una burguesía emergente asociada al narcotráfico, el caballo se convirtió en un elemento más del universo simbólico (junto a la tierra) edificado para legitimar formas de dominio atadas al poder terrateniente. Una gran diferencia hay entre Palomo, el caballo que montó Bolívar durante la campaña libertadora, o el Rucio Moro evocado por Reinaldo Armas, y Tupac Amaru, el célebre caballo de Gonzalo Rodríguez Gacha.
No se afirma, por supuesto, que quienes participan en una cabalgata sean
miembros de esa burguesía emergente. De hecho, muchos de quienes toman partido en
una cabalgata no tienen una real vinculación con la vida rural, no poseen
tierras y ni siquiera son propietarios de los caballos que montan. ¡La
simulación en todo su esplendor!
Jóvenes corrían detrás de los jinetes sosteniendo botellas de licor para el consumo de los caballistas. Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo. |
Pensar la identidad cultural
En su momento, la suspensión de las cabalgatas en 2020, se acompañó de una invitación a revisar un asunto que se suele tomar como algo dado y definitivo: la identidad local. Un planteamiento, a todas luces, descabellado que debe ser abordado de manera crítica.
Lo que se suele denominar «llanero» es un componente más de la mixtura cultural de la ciudad, en donde también hay valiosas contribuciones de grupos indígenas y afros en mora de ser estudiadas, reivindicadas y difundidas.
Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo. |
Las cabalgatas son un eco nostálgico de una época y de unos marcos culturales que han sido superados o está en vías de serlo, por los efectos de la globalización económica. Los tiempos del caballo como medio de transporte, herramienta de trabajo y recurso para hacer la guerra, han terminado. Asistimos, en efecto, a lo que el historiador Ulrich Raulff ha denominado la «era del poscaballo»6.
Con las cabalgatas se pretende alargar un estado cultural impostado que no tiene sentido, así se presente como una manifestación cultural. La utilización del caballo en la cabalgata es lo que Ulrich Raulff define como una teatralización del poder. Qué tanto ha cambiado el espacio rural del departamento del Meta (por no decir, de los llanos orientales) y la relación de este con los centros urbanos, como resultado de la expansión de la lógica económica y cultural capitalista, es una pregunta que se debe formular al momento de pensar aspectos como «la cultura» en Villavicencio7.
No debe asumirse como un hecho
incontrovertible que la cabalgata es un elemento identitario de la ciudad,
cuando hace rato Villavicencio dejó de ser ese villorrio que limitaba de forma
imprecisa con lo rural. La lenta «desaparición» de la Calle de las
Talabarterías acaso sirva para dar cuenta de ello. Además, quienes habitan hoy
la capital del departamento son personas que, por sus estilos de vida,
pertenecen a otro modelo de vida urbano, uno que está sintonizado con lo
global, y en el que poco peso tiene lo agrario o rural.
Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo. |
En vez de cabalgatas excluyentes y maltratadoras de animales, debe apostarse por concepciones culturales que pongan por encima de todo, valores éticos que celebren la vida y reconozcan, en casos como estos, a los animales como sujetos de derecho. Concepciones culturales que involucren a la ciudadanía ―no como simple espectadora que mira hacia arriba― y sirvan para cuestionar valores, instituciones y/o figuras públicas, desde códigos provenientes del arte y la cultura.
Urge, por esa razón, revisar las narrativas que hace décadas se construyeron en torno a la especificidad cultural de los villavicenses; narrativas que respondían a un contexto distinto al que tenemos ante nuestros ojos: una ciudad con una densidad población elevada, con flujos migratorios permanentes y conectada a los procesos de globalización económica, con los impactos culturales que esto acarrea.
En síntesis, urge revisar la concepción institucional que se tiene de la cultura y, propiamente, de aquello de se denomina identidad llanera. Pensar las identidades culturales de una comunidad debe ser tarea de todos los actores que la constituyen y tiene que apoyarse en los conocimientos universales alcanzados. Solo de esa manera se podrá superar cualquier forma de «parroquialismo» o «aldeanismo» mental.
Foto: Óscar Fabián Bernal Trujillo. |
1 La decisión
del exmandatario despertó reacciones a favor y en contra. Algunos medios de
comunicación locales destacaron unos argumentos, aunque minimizaron el mensaje
central del gobernante: la cabalgata no es expresión cultural de la ciudad. A
modo de ejemplo, un portal informó que el alcalde se negó a “adelantar esta
actividad al afirmar que es un evento que genera desorden y caos vehicular”, poniendo
el énfasis en las consecuencias inmediatas y desdibujando el argumento más
significativo detrás de la medida adoptada. Ver: http://rca888.com/cabalgata-de-expomalocas-2020-se-realizara-en-acacias
2 “Por
qué se están acabando las cabalgatas en las ferias del país”, en https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/por-que-se-estan-acabando-las-cabalgatas-en-el-pais-306628
3 Robert
Danton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la
cultura francesa, Fondo de Cultura Económica, México, 2011 (Reimpresión).
4 Ingrid
Bolívar Ramírez. “Reinados de belleza y nacionalización de las sociedades
latinoamericanas”. En Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 28, Quito,
mayo 2007, pp. 71-80
5 Rodrigo
Díaz Cruz, Los lugares de lo político, los desplazamientos del símbolo,
Gedisa Editorial, México D.F., 2014.
6 Ulrich
Raulff, Adios al caballo. Historia de una separación, Taurus, Bogotá,
2019.
7 Jane Rausch, De pueblo
de frontera a ciudad capital. La historia de Villavicencio, Colombia, desde
1842, Unillanos – Banco de la República, Villavicencio, 2010.
Buen análisis bien argumentado y sustentado
ResponderEliminarMuy buen análisis e históricamente bien argumentado. Las actividades que incluyen animales dónde se identifique maltrato animal no seran sostenibles socialmente en el tiempo. En hora buena, Gandhi dijo “la grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la forma en que se trata a sus animales”
ResponderEliminarGracias por este artículo así lo vemos quienes vivimos en Villavicencio desde el cobro por la participación sin ninguna muestra cultural solo burgués es mofandose excelente análisis, gracias totales donde existe tanto pobreza serruchar el dinero en esto es estúpido no a las cabalgatas de borrachos en caballo
ResponderEliminarGracias por argumentar tan claramente el porque no nos identifica este tipo de acciones. Estoy de acuerdo que se elemine las cabalgatas acciones ostentosas y desagradables de experimentar.
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