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El alemán que se hizo leyenda en tierras metenses


El último réquiem al padre Schachner

Noviembre 2 de 2018

A los pies de los Alpes, el niño Schachner, un devoto amante de la música y los coros polifónicos, no se le pasaría nunca por su cabeza el llegar a una tierra colombiana que se decía llamar “la boca del monte”, en el departamento del Meta, a 9.422 kilómetros de su natal Schnaitsee, en Alemania.



El joven Schachner abandonó su país a los 19 años. En su labor salesiana deseaba llegar a la India, pero como Cristóbal Colón, su trayecto se desvió un poco y arribó a la indómita América, a su puerta en el sur, a Colombia.

Era 1952 y el juvenil teutón llegaba al país cafetero en medio de lo que conocería como La Violencia, en medio de ella, realizó sus estudios de Filosofía y Teología para luego ordenarse como sacerdote en 1961. Durante su estancia estuvo en varias poblaciones entre Bogotá y Santander ejerciendo su labor misionera hasta que una gastritis aguda lo hizo regresar a su tierra natal en 1970.

Casi trece años más tarde regresaría a las tierras colombianas en una misión dada desde el mismísimo Vaticano, la orden, llevar la música orquestal y la palabra de Dios a un pueblo campesino del departamento del Meta que se bañaba de las aguas del río Ariari, llamado Granada, anteriormente conocido como Boquemonte.



Apenas fue dada la orden, el alemán que rondaba sus cincuenta años, sacó todos sus ahorros, reclamó su parte de la herencia familiar, recibió la colaboración de familiares, amigos y hasta de desconocidos y con todo ello compró los cerca de 60 instrumentos que lo acompañarían a tierras llaneras, a la capital de la región del Ariari.

Este pueblo campesino recibiría en 1983 al padre Schachner sin esperar que este se convirtiera en uno de sus hijos adoptivos más ilustres, más queridos, un referente para propios y foráneos. Más se tardó en llegar el germano que en emprender la construcción de lo que sería La Casa de la Música, un edificio de dos pisos a la entrada del pueblo que albergaría para diciembre de ese año, la primera generación de músicos de la banda Don Bosco. 

Chicos desde los 12 años comenzaron a integrar generación tras generación la banda Don Bosco, aprendiendo a tocar trompeta, clarinete, corno, trombón y tubas, entre una variedad aún mayor de instrumentos brillantes, retorcidos y chillones. 



Grande sería la sorpresa para aquel municipio agropecuario cuando por primera vez escucharon a estos niños que a orden del teutón empezaron a hacer sonar sus instrumentos, el estruendo, el golpe de la música orquestal. Fueron cientos las celebraciones, los compromisos, las inauguraciones que tuvieron la presencia de esta mítica banda, no sólo en Granada sino a lo largo y ancho del país.

Y es que no se quedó solamente en su labor de maestro de música, sino que alternó su trabajo también como capellán del Batallón de Infantería 21 Batalla Pantano De Vargas y maestro salesiano del Colegio La Holanda, entre cada uno de estos trabajos se montaba en su bicicleta y salía a recorrer esa Granada apenas germinante.

Este teutón no tardó en enamorarse de la belleza de los paisajes del llano y de su gente, del morichal y del color verdoso de su sabana, de por sí, él ya un amante de la naturaleza, encontró en la exuberancia y en la diversidad de plantas como también de las flores del llano, una belleza que trató de replicar en su Casa de la Música.



Por más de 30 años este pueblo vio pasar generación tras generación de músicos de la Banda de Don Bosco, verlos crecer y formar sus propios proyectos de vida, muchos de ellos relacionados al mundo de la música; desde los directores de otras bandas, como también mariachis, maestros musicales, instrumentalistas en orquestas nacionales e internacionales. La mayor riqueza y homenaje que le hacían era el éxito en sus proyectos de vida, el teutón era un hombre orgulloso y feliz.

La sonrisa del Padre Schachner contradecía la seriedad que le asignan a los alemanes y sus enseñanzas eran fieles reflejos de su cultura bávara, valores como la disciplina y el trabajo, el respeto y el cuidado por el medio ambiente los extrajo directamente de su madre patria y no solo se dedicó a predicarlos de palabra sino en vida también, además añadió elementos fundamentales dentro del actuar salesiano como el perdón, el compromiso religioso y el llevar alegría a los demás.

Su legado más allá de las vidas que influenció, en especial de los jóvenes y niños de la Banda Don Bosco, se concentró en ser fiel reflejo de ese espíritu cristiano que predicó en persona y en acción. Georg, o Jorge como le conocían, donó a los granadinos la música de su himno municipal, como también les acercó términos como melodía, ritmo y armonía, desconocidos en un momento, se tornaron familiares y comunes.

La música orquestal era para los granadinos una expresión foránea y muy poco conocida, el teutón logró llevarla a ser parte de su misma historia, a fundirla como parte de su esencia.
A su memoria.

Georg (Jorge) Schachner Kleinberg (31 de julio de 1933 - 26 de octubre de 2015).

Ferney Ibarra Palacios
Agenda Hoy



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