Crónica de un avistamiento en el Manacacías
Mayo 15 de 2018
Las aguas del
río Manacacías, en Puerto Gaitán (Meta), son también la casa de los delfines
rosados. Nos sumergimos en una travesía para tener contacto visual con estos
grandiosos mamíferos.
Avistamiento de delfines rosados en Bocas del Manacacías. |
En
Suramérica y Asia habitan las únicas siete especies de delfines de río del
planeta, pero tan solo una de ellas, quizá la más vistosa por su color —delfín
rosado o tonina—, se pasea en los afluentes más importantes del departamento
del Meta y, justo en el punto donde se unen los ríos Meta, Yucao y
Manacacías, su avistamiento se ha convertido en todo un espectáculo
turístico propio del municipio de Puerto Gaitán, en el departamento del Meta.
La perla del Manacacías, como también se le conoce al municipio metense, está ubicada a unos 288 kilómetros de Bogotá y a 198 de Villavicencio. Son casi siete horas de viaje por tierra desde la capital colombiana y se llega a través de la llamada ruta del amanecer llanero, bautizada así por la belleza natural de los primeros y últimos rayos de sol.
Zonas de embarque, en el río Manacacías, en Puerto Gaitán (Meta). |
El
puerto es compartido por empresas de transporte fluvial que navegan hasta
Orocué (Casanare), Santa Rosalía, La Primavera y Puerto Carreño (Vichada), así
como dos agencias de viajes legalmente constituidas y diferentes embarcaciones
con seguros que ofrecen los servicios de avistamiento. Hombres de
pieles curtidas descargan de ellas racimos de plátanos y víveres mientras un
par de turistas capturan el momento en teléfonos inteligentes, fotografías hechas
postales en un río algo macondiano.
Cristian Cuburuco lidera la agencia de viajes Expedición Gaitán y está a la espera de la llegada de un grupo de periodistas que serán embarcados en ‘El Turpial’, un yate con capacidad para doce personas y que, con su nombre, realza a vuelo de pájaro otra de las fortalezas turísticas del Meta, el aviturismo. Aquí se ha registrado hasta el momento un total de 944 especies de aves de las 1.839 existentes en Colombia, lo que ubica al departamento en el quinto puesto del ranking nacional, según conteos hechos a través de la aplicación e-Bird desarrollada por la Universidad de Cornell, en Ithaca (Nueva York).
La
tradición en el puerto donde nos encontramos es bautizar a cada embarcación con
nombres representativos de la fauna o lugares de la región. Por los chalecos
que cuelgan de una caseta instalada sobre el planchón de partida hay barcos con
los nombres de Palomo y Pauteño.
Embarcadero de Expedición Gaitán. |
“Aquí
—explica el guía, mientras se enfunda en uno de los chalecos de El Turpial—
ofrecemos paquetes turísticos para el deleite de la fauna y la flora, belleza
natural del municipio. Tenemos avistamiento de delfines, acampadas, caminatas
ecológicas y recorridos para conocer cuerpos de aguas, como lagunas, esteros,
lagos, donde se pueden apreciar diferentes ecosistemas”.
En esta oportunidad nos embarcamos en el plan soplavientos. Es una hora y media de recorrido, que inicia navegando 12 kilómetros al noreste por el Manacacías.
En esta oportunidad nos embarcamos en el plan soplavientos. Es una hora y media de recorrido, que inicia navegando 12 kilómetros al noreste por el Manacacías.
Avistamiento de delfines es una de las salidas preferidas para los turistas. |
Los
periodistas, armados de cámaras de fotografía y video, acaban de llegar e
inician el embarque. Sus ojos de reporteros brillan como si fuesen los de
turistas deslumbrados por parajes vírgenes. El Turpial se mece por el
movimiento de las olas y desde el punto donde nos encontramos se divisa el
puente Misael Pastrana Borrero. Bajo él una inmensa playa de fina arena ocre
resplandece con el sol. Al otro lado del río, quizá a unos 180 metros de
distancia, la brigada de infantería de marina realiza labores de vigilancia y
desde una inmensa tarima se escucha todavía la música. Es época de Festival de
Verano, uno de los más populares y polémicos del país con inversiones de hasta
4.000 millones de pesos. Allí han llegado artistas de la talla de Marc Anthony,
Daddy Yankee, Óscar D’león y Romeo Santos y se han realizado pasarelas con
bellas mujeres. Natalia París ha sido una de ellas. Este año la inversión ha
sido menor, aseguró el alcalde Alexander Fierro, pero el cantante que lidera la
nómina es Juanes.
Pese a las polémicas mediáticas de años anteriores, para el guía, los
festivales son una bendición. Un fin de semana regular, explica, llegan unas
200 o 300 personas solo en busca de un plan de avistamiento de toninas. En
época de festival la cifra sube a 1.500 o 2.000. Datos no oficiales estiman que
durante los tres días, en promedio, el municipio recibe a 50.000 turistas, y según un estudio hecho hace
dos años por la empresa BSD Colsulting, en aquel entonces, la cifra rosó los
65.000.
Yate El Turpial. |
“Ha
sido un beneficio para nosotros. Es un éxito para todos, con mucha responsabilidad,
pues tenemos muchas ganancias, ya que el resto del año es un poco solo, pero la
idea es seguir trabajando publicitariamente para que nuestro municipio sea más
visitado y conocido a nivel nacional. Todos nuestros turistas dicen que llegan
por casualidad, otros por el voz a voz, y pues la idea es implementar la
parte publicitaria, ya que es un poco escondido. Muchos creen que en Gaitán no
hay delfines, que solo se encuentran en Amazonas”, agrega Cuburuco.
El yate enciende motores y comienza la travesía. A las orillas del río, hombres
de pieles curtidas asoman en sus lanchas. La práctica de la pesca artesanal es
frecuente. En algunos puntos se forman pequeñas laderas y arriba de ellas arman
carpas y cambuches para pernoctar. Es común la pesca de bagre, payara, cachama
(que le da el nombre a otro de los festivales más importantes de ese municipio),
y valentón, uno de los peces más grandes de agua dulce. Las aves vuelan al
nivel del agua, en actitud de casería.
Mirador desde donde se aprecia la unión de los ríos Meta, Yucao y Manacacías. |
Luego
de diez minutos el agua se torna turbia, las olas golpean más fuerte. Es el
efecto que produce la unión de tres ríos. Nos encontramos en el lugar conocido
como Bocas. Allí desembocan el río Meta y el Yucao y sus aguas se vierten al
Manacacías. Esa maravilla de la naturaleza hace que haya mayor cantidad de
peces, alimento de los delfines rosados. Sus presas miden desde 15 centímetros,
pueden comer bagres de un metro de longitud, que parten en pedazos, e ingieren
en un día hasta tres kilos de alimento, según datos recopilados en una pequeña guía
que guardan con recelo algunos operadores de la zona y que fue editada por Cormacarena
y la Fundación Omacha, cuyos científicos creen que los pelos en el hocico de
las toninas les ayudan a los mamíferos a detectar el movimiento de los peces en
aguas turbias, como en la que ahora nos encontramos. Remolinos fantásticos que
se generan tras el choque natural de las tres corrientes fluviales.
El río Manacacías es uno de los preferidos para la pesca deportiva. |
“Hoy
no necesitamos la botella, las olas son fuertes”, agrega. Alrededor del yate
hay algunos botes de turistas, a la espera de los delfines. Es difícil
registrar en video o fotografía el avistamiento, algunos de los periodistas
abordo intentan desde arriba del techo del yate, otros dejan la grabación de
corrido y se agazapan por comodidad. “El primero que la logre la comparte, yo
haré lo mismo”, susurra el camarógrafo de un medio nacional cuyo logo se
asemeja a un molusco y quien lucha por mantenerse estable en un batuqueo
incesable.
Los delfines suelen formar grupos de hasta veinte individuos en zonas de
reproducción y alimentación, pero hoy solo han aparecido parejas solitarias de
toninas, unas con pintas más rosadas que otras. Algunos dicen que en ocasiones
es posible observarlas transportando en boca, dorso o aletas algunas ramas, a
manera de juego.
Los atardeceres son una de las maravillas que se aprecian en las salidas por el río Manacacías. |
El
viaje continúa sobre el río Meta y en menos de tres minutos el yate encalla
frente a la finca Las Delicias. Mientras inicia el desembarque el guía explica
que el punto en el que nos encontramos es el inicio del ascenso
hacia el mirador El Peñón. Habla de historia y recuerda que allí, en el año 53,
Guadalupe Salcedo, liberal y máximo comandante de las guerrillas del Llano,
hizo entrega de su fusil e inició una etapa reconciliadora.
Con cámaras en mano, los periodistas atraviesan un pequeño bosque semiseco en
cuyo sendero hay algunos puentes artesanales de madera. A medida que se alcanza
la cima el calor se hace asfixiante, pero arriba, en el mirador, el rugido del
viento es más fuerte y la brisa refresca al andar. Al fondo, sobre un tapizado
de árboles, se divisa el departamento de Casanare, se ve la desembocadura de
los ríos Meta, Yucao y cómo se funden con el Manacacías. En este punto, explica
el guía, los turistas suelen hacer alguna toma fotográfica durante unos diez
minutos antes de continuar con el recorrido.
El delfín rosado también es conocido como tonina o bufeo. Foto: Fundación Omacha. |
Diagonal
al sitio donde nos encontramos, al otro lado del río, hay una de las playas turísticas
más visitadas en el sector. Allí confluyen pescadores de diferentes rincones
del país, turistas y lugareños. Hacia allá partimos en medio de un atardecer en
el que los colores rojo, naranja y amarillo se difuminan alrededor del sol. Un
efecto espejo produce en el río una línea de luz de tonos rojizos que nace en
el horizonte para morir bajo la sombra de El Turpial.
De nuevo, inicia el desembarque, esta vez, en aquella playa de arena. Hay una
caseta de venta de víveres, bebidas gaseosas, cervezas y snacks, parada
obligada para refrescarse y que su dueña, una mujer de rasgos indígenas, trae
del pueblo en la mañana y recoge en la noche por si el nivel del agua sube. Los
más pequeños se bañan en las aguas del río mientras otros avientan los señuelos
de las cañas de pescar. La tarde cae y aún llegan pescadores de otras regiones
del país. Dicen que es uno de los mejores sitios para la pesca deportiva y confirman
que suelen pasar algunas noches en cambuches y chinchorros que cuelgan de
árboles en las riberas del río. Los turistas que siguen en el sitio posan ante los lentes, confiesan frente a las cámaras y responden las preguntas de los
reporteros. Todos coinciden, como lo hizo Patricia, una turista que lleva doce
años consecutivos visitando las toninas, que es una maravilla: “Es una experiencia
muy bonita, realmente Colombia tiene unos paisajes maravillosos que no podemos
desconocer”.
Noche sobre el Manacacías. |
El
guía apura el último sorbo de refresco que recibió como recompensa de
desembarque en zona turística y da la orden de partida. El regreso es como
navegar en medio de un océano convertido en paraíso fluvial. El Turpial vuela
de nuevo al punto de inicio, las luces a lo largo del malecón municipal
destellan en las aguas. El puente sobre el Manacacías se ve a lo lejos y brilla
como lo hizo el colgante de Brooklyn en el rodaje cinematográfico de Godzilla o en
Impacto profundo. No es Manhattan, en Nueva York, pero es la perla del
Manacacías, en Puerto Gaitán. Suenan los últimos disparos de las cámaras,
brillan los flashes, las imágenes capturadas por los reporteros se convierten
en postales y el registro de lo sucedido en una crónica, en la ‘Bitácora de una
visita a las toninas’.
Andrés
Molano Téllez
Director
Agenda Hoy
Me encanto este relato!
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