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Peralonso, villavicense paradero de legendarios viajes ganaderos

Peralonso, villavicense paradero de legendarios viajes ganaderos

Junio 9 de 2019

Por: Óscar Alfonso Pabón Monroy/ Comunicador Social comunitario (*)

La edición del proyecto público privado #SomosdelMeta #SomosLlaneros de mayo último, cuyo tema fue el de los Cantos de Trabajos de ganaderías, dejó algunas inquietudes investigativas e institucionales. Esa excelente programación ocurrió en el auditorio del campus San Antonio de la Unillanos.



En esta crónica daré respuesta a la incógnita comentada por Carlos El Cachi Ortegón, quien durante el panel hizo alusión a un paradero de ganado en jurisdicción de Villavicencio al parecer con demasiada importancia puesto que en su labor investigativa mucho lo ha escuchado referenciar por los viejos vaqueros que desde Arauca y Casanare arriaron ganado hasta la capital metense.

Dicha propiedad se denomina Peralonso y queda sobre la ruta Puerto López a Villavicencio. En esa jornada Pedro Nel Suárez, Galón, contó que él había traído ganado hasta tal paradero.



Luego de esa celebración folclórica hice revisión bibliográfica y encontré buena parte de la respuesta a esa inquietud. Además, con indagación en fuente primaria logré obtener otros datos que ayudan a encontrar ese “eslabón perdido” de los legendarios viajes ganaderos.

Larga travesía desde El Porvenir hasta la hacienda Peralonso:

Del libro Cabresteros, escrito por el villavicense Adriano Hernández M., que publicó en 2004, tomo algunos datos de las páginas 250/51/52, de la ruta que los vaqueros y rebaños de ganado tomaron luego de pasar el río Meta desde la jurisdicción de Orocué –Casanare- a la margen derecha en territorio de El Porvenir de la entonces Intendencia del Meta.



“Al día siguiente la jornada era hasta San Pedro de Arimena. Continuando el viaje, la próxima jornada terminaba en Matanegra.

"La siguiente posada era Miti Miti, cuyo propietario era Cantalicio Gondelle. Luego llegaba a Cazuna de don Heladio Argüello. Al otro día se posaba en el hato Santa Fe de don Héctor Riobueno. 
Luego se llegaba al hato Neblinas de Lorenzo Arévalo, quien colaboraba a la brigada con hombres y caballos para cruzar el río Manacacías en Puerto Gaitán.

"Tras cruzar el Manacacías la jornada terminaba a la orilla del Yucao donde Floro Sepúlveda. Como este río era angosto se podía pasar el ganado “afilado”, es decir de uno en uno o de dos en dos y no en manada, ya que a estas alturas del recorrido el ganado se había habituado al paso por los ríos y además ya no tenía energías para barajustarse, eso sin contar con que los animales ya se habían acostumbrado a andar oyendo la voz del Cabrestero, que continuaba cantando y silbando, indicándoles el camino.

Al final del día se alcanzaba a llegar a la casa de Tito Rojas, en ese punto había que madrugar al día siguiente, pues durante el recorrido no se encontraban viviendas ni corrales sino hasta el sitio denominado Carubare”.

Se pasaría luego por la hacienda El Turpial, de propiedad de la familia López. Desde este lugar la jornada sería hasta la Esmeralda del guate Ismael y luego hasta Matazul. Más adelante estaba la finca de Eduardo Espinel y por último se llegaba al Alto de Menegua de Ignacio Cala.

Desde este sitio se llegaba a donde el loco Zambrano, pasero oficial del ferry en el río Meta, donde había corrales para el ganado. A continuación se hacía la jornada hasta La Venturosa, sitio en donde terminaba la sabana despejada y comenzaba el camino o carretera balastrada que dificultaba el paso del ganado.

Pasando el río Negro, en el sitio llamado La Balsa, la marcha se hacía más lenta y había que andar con mucho cuidado por tener montaña virgen a lado y lado del camino, se llegaba a posar en la finca Agualinda de “gatillo” Martín Vargas, fundada por Rogelio Hernández.

La siguiente parada se hacía en Pachaquiaro, donde los vaqueros saboreaban después de mucho tiempo las primeras Bavarias del viaje. 

De ahí se iba a dormir a la Silbadora, de Justo Céspedes.
Por último se pernoctaba en Peralonso de don Luis Perdomo. Allí se hacía acopio del ganado y a la vez se entregaba a sus respectivos dueños”.

La narrativa anterior la complemento con los recuerdos de la admirable memoria de Parmenio Prieto G., casi octogenario, quien me aportó los nombres de algunos de los dueños de ganaderías que en los años cincuenta hasta Peralonso llegaron por el camino antes descrito, en donde arrendaban potreros para sus reses y luego procedían a entregarlas a sus respectivos compradores, uno de ellos era don Sergio papá de mi fuente oral.

Señores: Julio César Durán, Vicente Acosta, Salvador Castillo, Víctor Vargas Abril, Hernando Vela y Miguel Perdomo.

Me dijo también que Peralonso era muy extensa con potreros a lado y lado de la carretera en los que podían caber hasta cinco mil reses y que Ramón Guevara y Angélica Carrillo –al parecer venezolanos- en la hacienda prestaban el servicio de restaurante y venta de cerveza.

Hoy día la propiedad, con tanta carga histórica económica y sociológica, sigue llevando el mismo nombre y quizá de este derivó el de la vereda. La vieja amplia casona de la hacienda conserva elementos arquitectónicos originales y sus potreros siguen siendo de uso ganadero.    

Se localiza en zona rural villavicense sobre la margen derecha de la vía a Puerto López, unos tres kilómetros abajo del centro poblado Pompeya.

A partir de la anterior reconstrucción de memorial regional, puedo concluir que en aquellos momentos de apogeo pecuario la hacienda Peralonso representó quizá el más importante centro para el comercio ganadero en los llanos colombianos. 

 (*) Coordinador Cultural de Bienestar Institucional de la Unillanos.

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